TSti la suerte me acompaña en 2036 tendré ochenta y dos años y existen dos posibilidades entre mil de que hasta ahí llegue la cuenta de mis días si se cumplen los cálculos de un niño de trece años que, observando la trayectoria que sigue el asteroide Apophis , ha llegado a la conclusión de que el fin del mundo podría tener fecha: el trece de abril de ese treinta y seis de este siglo XXI. Según Nico Marquardt , que así se llama el niño, siete años antes el asteroide pasará a unos treinta y cinco mil kilómetros de la tierra lo que podría provocar que chocase con uno de los miles de satélites artificiales que los hombres hemos puesto en el espacio, haciéndole cambiar su trayectoria e impactando, finalmente, con nuestro planeta ese fatídico día. Nico no debe de ser un chico cualquiera, uno de los miles que hacen cosas prodigiosas con los ordenadores, ya que lo dejaron mirar por el telescopio de un instituto de Astrofísica, el de Postdam, para que realizara sus cálculos, por tanto, si él dice que hay dos posibilidades entre mil, es que las hay, y dos posibilidades entre mil no son tan pocas, muchas menos existen de que toque la lotería y casi todas las semanas alguien se lleva los millones. Es decir, nos puede tocar el fin del mundo. La NASA rebaja la posibilidad a una entre cuarenta y cinco mil. Yo me fío más de Nico porque estoy segura de que es muy sabio y porque es sabido que los niños dicen siempre la verdad sin sujeciones a lo políticamente correcto. Si aún me encuentro entre los vivos tendré, como les decía, ochenta y dos años cuando llegue ese último instante pero es posible que, los que rigen nuestros destinos, decidan sacar los miles de satélites de la trayectoria del asteroide y yo pueda alcanzar el final de mi mundo tranquilamente en la cama.