Fueron de los últimos en abandonar el miércoles por la noche el complejo policial de Canillas, en Madrid, sede de los servicios centrales de la Policía Nacional. El comisario Serafín Castro, jefe de la Unidad Central de Delincuencia Especializada y Violenta (Udev) apagó la luz de su despacho, donde se celebró la reunión con su equipo de especialistas en homicidios y desapariciones, y se llevó a casa la voluminosa carpeta con el asunto de Ruth y José, los pequeños de seis y dos años desaparecidos en Córdoba hoy hace 27 días. Los investigadores acordaron dar un nuevo impulso a la búsqueda con el absoluto convencimiento de que los cuerpos de los niños estaban en algún escondrijo casero, un zulo o una falsa pared, del cobertizo o la casa de los abuelos paternos, en la finca Las Quemadillas. Pero ayer, en 12 horas de registro minucioso del cobertizo, de 90 metros cuadrados, no hallaron ni rastro. Hoy empezarán a buscar en la casa. Otra vez.

A primera hora de la mañana de ayer los investigadores partieron hacia Córdoba seguros de que esta vez darían con los cuerpos. En algún escondrijo de la casa que el padre, José Bretón, encarcelado por la desaparición de sus hijos desde el día 21 de octubre, hubiera construido en los últimos años. La sospecha policial tenía una base. Manitas y meticuloso, fue Bretón quien se encargó de levantar las edificaciones.

Los investigadores decidieron que Bretón les acompañara en el registro. Aunque hasta ahora no se ha derrumbado, pensaron que quizá al verles picar en alguna pared el hombre podría flaquear y añadir algún nuevo detalle a las declaraciones repletas de contradicciones y lagunas que ha realizado hasta ahora. Y son contradicciones porque por el momento ha ofrecido un relato de lo que hizo esa tarde con sus hijos que ni los testigos ni las llamadas realizadas desde su móvil avalan. Por eso sigue en prisión. Porque lo que dice no encaja y porque sus hijos no aparecen.

Pero, una vez más, Bretón, el exmilititar en paro obsesionado con regresar con su exmujer, Ruth, tampoco se vino abajo y mantuvo su pose fría y distante. Como si la cosa no fuera con él. En presencia de su abogado, José María Sánchez de Puerta, los agentes escudriñaron paredes, suelos y techos. No dejaron ni un ricón.

Y una vez más, ni rastro de José y Ruth. Ni en el cobertizo, ni en el terreno de la finca, del que no queda ni un milímetro de tierra por el que no se haya pasado el georradar, que detecta movimientos recientes de tierra a dos metros de profundidad. Además del cobertizo, los investigadores examinaron una vieja poza séptica en desuso, en la que se sumergieron agentes de la unidad de subsuelo de la Policía Nacional. Pero tampoco. Ya noche cerrada, los investigadores finalizaron el registro y precintaron la finca hasta hoy, cuando se retomará la búsqueda, esta vez en la casa principal. Los policías insisten en que todas las pistas conducen hasta la finca.