Su temprana edad, 14 años, «su complexión menuda», las casetas de una antigua fábrica abandonada donde denuncia que la violaron, la ingesta de alcohol y drogas que «hacía que tuviera nublados tanto el entendimiento como la voluntad y su capacidad de reacción», la «superioridad numérica» de sus agresores, todos ellos adultos y de mayor complexión, y una «actuación criminal orquestada, sucesiva y grupal». Una escena que la fiscala Elena Contreras definió ayer como «intimidación ambiental» y que originó que elevara de abuso a agresión sexual la calificación jurídica contra los seis miembros de la conocida como La manada de Manresa que han sido juzgados en la Audiencia de Barcelona. Este cambio comportó que la acusación pública reclame al final para ellos por este delito 14 y 15 años de prisión (antes 10 y 12 años). Para uno de los implicados pide, además, otros 10 años más por obstrucción a la justicia y a un séptimo, que miró la acción y se masturbó, una multa.

La fiscala aplicó la reciente doctrina dictada por el Tribunal Supremo en la que aumentó de forma considerable la sentencia contra La manada que agredió sexualmente a una joven madrileña en los Sanfermines del 2016 en Pamplona y que dio nombre a las violaciones en grupo. Contreras no lo pudo dejar más claro. A su entender, los seis imputados por la violación «por turnos» del 29 de octubre del 2016 de una joven en una fábrica abandonada de Manresa «actuaron en grupo» y «orquestados por uno de los acusados».

No hicieron caso ni a que la muchacha estuviera embriagada (en el juicio reconoció que solo tenía flases), ni que fuera menor de edad. Todo lo contrario, según la acusación pública, los seis jóvenes se aprovecharon de esta situación de vulnerabilidad para «quedar impunes» y quebrar «la voluntad y posibilidad de reacción» de la víctima. La fiscal Contreras no lo pudo decir más claro en la última sesión del juicio: «No hay que exigir a la víctima que sea una heroína», cuando en realidad era una joven con «mucho miedo».

DESPRECIO A LA MENOR / El foco no debe ponerse en ella, insistió, sino en los agresores. «Con una actuación en grupo es difícil defenderse y ofrecer resistencia», insistió. Recordó que los procesados «despreciaron» a la muchacha en su «condición de adolescente y de mujer». «Es como si pisotearan el cuerpo de N. (la víctima) para correrse una juerga», recalcó. La muchacha «no consistió» tener relaciones sexuales con los implicados y «tuvo miedo antes y después». Esa compleja situación y la exhibición de un arma, al parecer de fogueo, por parte de uno de los sospechosos creó esa «intimidación ambiental».

La fiscala mantuvo que la prueba que existe contra la manada no solo es producto de la declaración de la víctima, sino también de dos testigos que estaban en la fiesta. Una amiga explicó al tribunal que al entrar en la caseta vio cómo uno de los acusados, al que identificó, estaba penetrando a la menor de edad y cómo el resto miraban con los pantalones bajados. «Hay prueba suficiente para desvirtuar la presunción de inocencia», argumentó Contreras.