Lluís Ciuraneta era un anciano sucio, religioso, austero hasta rozar lo cochambroso y reservado, o más bien "extremadamente reservado", según le recuerdan sus vecinos de La Palma d´Ebre (Tortosa). En este silencioso municipio de apenas medio millar de habitantes sólo se oían ayer comentarios sobre la última excentricidad del anciano. Su testamento revela que tras su apariencia descuidada y paupérrima se escondía el guardián de una fortuna valorada en 1,5 millones.

Ciuraneta, que el pasado 20 de noviembre falleció a los 79 años en su ruinoso inmueble de la calle de los Porxos, optó por lo que su familia califica de venganza difícil de comprender: entregar todo su legado en herencia a la Iglesia.

El obispado de Tortosa recibirá, en cumplimiento de su última voluntad, sus fincas y casas en La Palma, quizá la parte menos valiosa de un patrimonio que incluye un piso, dos plazas de garaje, dos trasteros en Barcelona y otro piso en Bellaterra. El anciano lo cedió todo a la comunidad femenina Osasis de Jesús, de Dosrius (Maresme).

Además, disponía de unos 330.000 euros en efectivo que decidió donar a la comunidad de monjes de Aula Dei en Zaragoza. A sus familiares más cercanos --el marido de su hermana y los dos hijos de éstos-- les reservó tan sólo 3.000 euros, "el último disgusto", según reconoce Jordi Llauradó, uno de sus sobrinos, en una carta pública dedicada a su tío.

La Iglesia tampoco esconde su sorpresa. Un portavoz del obispado de Tortosa señaló ayer: "Se está evaluando el caso antes de decidir si aceptamos la herencia o no". Considera que Ciuraneta pudo actuar "mal aconsejado". Precisamente su albacea es el antiguo cura de La Palma, Joan Alonso, que ejerce en Perú.

Su estilo de vida engañó a todos. "No tenía butano, ni televisor, ni nevera, ni siguiera una radio pequeña. Se lavaba toda su ropa a mano", explican los vecinos. El día de su muerte, la familia halló boletos de lotería que quizás explican el origen de su riqueza.