Robert Capa aceptaba perder en el juego a cambio de ganar en el amor. Vivió con la intensidad de un apostador compulsivo. En 1954, a los 40 años, tomó en Vietnam su última fotografía y fue arrasado por la metralla. Su excepcional trato con la fortuna había terminado. En esa carrera marcada por el peligro, salvar el pellejo nunca fue tan importante como salvar los negativos.

En 1940, tres cajas con 127 rollos de la guerra civil española llegaron a manos del general mexicano Francisco Javier Aguilar González, que era diplomático en Francia. No se sabe quién se las confió. México había dado asilo a los republicanos españoles y se aprestaba a recibir prófugos de la segunda guerra mundial. El general ayudaba a recuperar objetos perdidos en el naufragio de la historia. Alguien juzgó que debía hacerse cargo de los negativos tomados en España por Gerda Taro, David Seymour (Chim) y Robert Capa.

Durante 70 años las cajas sufrieron los avatares del exilio. Los especialistas las dieron por perdidas. En el 2001 Richard Whelan publicó Robert Capa. The Definitive Collection. El archivo del fotógrafo parecía cerrado. Whelan murió a fines del 2007. Su correo electrónico tenía un mensaje que no llegó a leer. Provenía de México y lo enviaba la curadora y cineasta Trisha Ziff. Algo insólito había ocurrido: después de 70 años, más de tres mil negativos, muchos de ellos de Capa, volvían a ver la luz.

EL HALLAZGO Ziff dio con las cajas a través de los descendientes del general Aguilar González, hombre colorido que peleó en la Revolución bajo las órdenes de Pancho Villa y fue diplomático en el Lejano Oriente y Francia. Su familia conocía sus proezas como jinete (domó un caballo para la hija de Hirohito) pero ignoraba que había salvado un excepcional pasaje de la fotografía. Es posible que también él ignorara el alcance de esos negativos y los conservara como una muda obligación hacia el pasado.

A principios de la década de los 90, ya muerto el general, sus familiares vendieron su casa y encontraron tres cajas a las que tardaron tiempo en dar importancia. Ahí estaban las fotografías de Capa, Chim y Taro.

Las obras pertenecen a los herederos de los fotógrafos y deben ser conservadas en condiciones especiales. En consecuencia, en diciembre del 2007 fueron enviadas al Centro Internacional de Fotografía de Nueva York, fundado por Cornell Capa, el hermano de Robert Capa, aún vivo. "Los negativos despedían un aroma a nitrato pero están en muy buen estado", afirma Ziff.

"¡Es como encontrar el Santo Grial!", comenta Brian Wallis, director del centro neoyorquino: "Conocíamos 500 fotos de Capa de la guerra civil y ahora tenemos unas 3.500. Tardaremos en establecer cuáles fueron tomadas por Capa, Taro o Chim, pero al fin tendremos el panorama completo de lo que hicieron en la guerra civil", añade.

Los tres fotógrafos reunidos en la caja cayeron en frentes de guerra (Taro en España, Chim en Suez y Capa en Vietnam). "Si la foto no funciona, no estás suficientemente cerca", afirmaba Capa. Cada una de sus imágenes sobrevivió de milagro y padeció los descuidos con que se trata un material urgente (un laboratorista arruinó su trabajo más intrépido, nada menos que el desembarco en Normandía).

PROTECCION Para proteger su obra, Chim y Capa fundaron la Agencia Magnum en compañía de Cartier-Bresson. Tenían una clara idea de la conservación de negativos, pero no pudieron hallar los de la guerra civil.

Chim viajó a México en el Sinaya para cubrir el desembarco de los refugiados españoles y Capa estuvo en el país en 1940. No se sabe si buscaron ahí las fotos de España o si hablaron del tema con su impresor, Emerico Weisz, quien vivía en México, casado con la pintora Leonora Carrington. "Mi hipótesis es que pensaron que eso se había perdido para siempre y dejaron de buscarlo", comenta Wallis. ¿Quién podía suponer que el tesoro se había salvado gracias al mexicano que domó un caballo para la hija del emperador japonés?

Vi las cajas junto con Ziff, poco antes de que ella las llevara a Nueva York: un rollo dedicado a la Pasionaria, la perenne juventud del poeta García Lorca, Barcelona en el fragor republicano.

“Aquí se narra la historia del exilio–comenta Ziff–. Estos negativosson refugiados; aparecieronen México por una razón política,el asilo que se dio a los perseguidos;por eso es tan importanteque se haga una exhibiciónaquí”. Wallis coincide: “Méxicojugó un papel crucial en esta historia:fue el sitio de refugio parauna Europa que se desgajaba; esmuy importante que las fotografíasse muestren en México yen España”.

André Friedmann, el inventorde sí mismo que se hizo llamarRobert Capa, llevó una legendariavida: conquistó a Ingrid Bergman,saltó en paracaídas, viajó aMoscú con Steinbeck, bebió conHemingway, amó a Gerda Taro yno se repuso de su muerte.Entre los negativos hay pocasfotos íntimas. En una de ellas,Gerda duerme con el pijama deCapa. ¿En qué soñaba? La preguntaes ya incontestable.Queda el otro sueño, el de lasfotos que se salvaron y hablan dela sinrazón de la guerra. Tres rebeldesmurieron para transmitirese mensaje. Sus imágenes nodejan de luchar.