TEtl pasado miércoles, Manuel Fraga fue agasajado con una cena en Ferrol. La responsable del banquete fue una amiga de la que ya les hablé porque me descubrió la cuchara de kiwi. Me ha contado que don Manuel estuvo como siempre: huracanado y dicharachero. La primera vez que vi a Fraga fue en 1976. Había venido al salón de actos del instituto El Brocense a dar una conferencia sobre Alianza Popular. Me senté detrás del alcalde, Díaz de Bustamante. Al acabar la charla, un caballero le echó en cara el trasvase Tajo-Segura. En ese momento descubrí al Fraga tempestuoso. El acto acabó con un grupo de jóvenes gritando contra el exministro, Díaz de Bustamante muy nervioso y Fraga llamándoles comunistas y diciéndoles que se fueran a Rusia con sus amigos.

Supe después que Fraga había venido a cazar a una montería en Ceclavín y a otra batida en Brozas, donde desayunó en el popular Quiosco de su plaza principal. También asistí a un mitin suyo en 1977 en el pabellón salmantino de la Alamedilla, pero me largué en cuanto vi a un guerrillero de Cristo Rey del servicio de orden sacar una navaja. Ya no volví a verlo hasta muchos años después en Galicia, cuando acudí a entrevistarlo a su chalé de Perbes. Se acomodó en un sillón alto y a mí me hundió en un sofá bajísimo. Me concedió media hora, pero con su hablar ametrallador, en 20 minutos me había dejado sin preguntas. Me sacó unas pastas y una copa de orujo, me dedicó un libro de Cunqueiro y me despidió tras conminarme a acabar los dulces y el licor. Todo un personaje.