Con una media de 100.000 accidentes y 8.000 muertos al año, las carreteras de Francia figuran entre las más mortíferas de Europa. Para reducir los altísimos índices de siniestralidad, el Gobierno conservador francés ha declarado la guerra a "los nuevos bárbaros del asfalto" que no respetan el código de circulación. El plan de ataque incluye una impresionante batería de medidas de represión y de prevención. Entre ellas, fuertes multas y duras penas de cárcel. Por ejemplo, un conductor que supere en 50 kilómetros el límite máximo de velocidad podría ser condenado a tres años de cárcel.

El presidente francés, Jacques Chirac, considera la lucha contra la siniestralidad "una causa nacional prioritaria". De hecho, fue el asunto central de una comisión interministerial que aprobó un espectacular dispositivo que entrará en vigor a lo largo del primer semestre del 2003, según explicó el primer ministro, Jean Pierre Raffarin.

Raffarin destacó que la seguridad en la carretera es, además de un asunto de Estado, una cuestión personal que depende de la actitud que tenga cada francés al volante. Como los conductores no parecen dispuestos a levantar el pie del acelerador, el Estado hará todo lo posible para obligarles. Las nuevas medidas persuasorias se centrarán en la multiplicación de los controles y la aplicación de sanciones de forma automática.