Con la desconexión del segundo de sus reactores a las 23 horas de la noche del pasado lunes, 29 de junio, la central más antigua del parque nuclear francés ha dejado de producir electricidad e inicia un largo proceso de desmantelamiento que tardará al menos 15 años.

El cierre de Fessenheim, situada desde hace 43 años al borde del Rhin, cerca de la frontera con Alemania y Suiza, fue una promesa de campaña del presidente socialista François Hollande que los ecologistas aplauden y los trabajadores de la instalación, al igual que algunos de sus 2.500 habitantes, lamentan.

Esta situación se parece a un genocidio económico, social y ecológico. Ánimo a los trabajadores, tuiteó el sindicato CGT. El alcalde de la localidad alsaciana, Claude Brender, calcula que al desaparecer la principal industria de la zona se perderán más de 2.000 empleos directos e indirectos.

Es un duro golpe para la economía local, está claro, ha dicho en BFMTV. Pero las asociaciones que llevan casi cinco décadas peleando para lograr su cierre tenían motivos para la celebración.

Se acabaron los residuos altamente radiactivos, la contaminación del Rhin, los incidentes y las averías de todo tipo! La espada de Damocles de un grave accidente que podría haber contaminado una de las mayores capas freáticas de Europa empezará a alejarse, ha señalado Sortir du Nuclear, que confía en que Alsacia cambie de modelo energético y se oriente hacia las energías renovables.

En cambio, el ministro de Economía, Bruno Le Maire, ha defendido la energía nuclear porque contamina menos y garantiza la independencia energética de Francia.

CONSECUENCIAS MEDIO AMBIENTALES

El cerrojazo a la central genera también un debate sobre sus consecuencias medio ambientales. El alcalde teme que haya que importar electricidad de Alemania procedente de energías fósiles y la Sociedad Francesa de Energía Nuclear (SFEN) estima que, sin Fessenheim, se emitirán a la atmósfera unos 10 millones de toneladas más de CO2 al año.

Construida en 1977, sus dos reactores de agua a presión de una potencia de 900 megavatios cada uno producían de media 11.000 millones de kilovatios al año, el 70% del consumo eléctrico de una región como Alsacia.

En los próximos cinco años, la actividad del complejo nuclear se centrará en preparar su desguace. Habrá cuatro etapas: desmantelamiento electromecánico, limpieza de las estructuras, derribo de los edificios y rehabilitación de la zona.

Su rastro no desaparecerá hasta el 2040 y, según diversos medios, clausurar los reactores costará entre 250 y 500 millones de euros. Para desmontarlos habrá que vaciar primero el combustible altamente radiactivo, una operación que culminará como pronto en el 2023.

El ministerio de Trabajo asegura que no se perderá ninguno de los 700 puestos de trabajo de la central y que los 280 de empresas auxiliares serán recolocados.

De momento no hay ningún proyecto oficialmente aprobado para ocupar el lugar de la vieja central. Se habla de crear un centro tecnológico que funcione como empresa piloto de descontaminación de residuos radiactivos y de una fábrica de biocombustible, pero aun es pronto para saber qué iniciativa prosperará.

Francia tiene 57 reactores y el 71% de la producción eléctrica es de origen nuclear. La ley de transición energética prevé que en el 2025 este porcentaje sea del 50% pero el Gobierno admitió hace tiempo que este objetivo no se cumplirá en la fecha prevista.