TLtos chinos son un misterio que poco a poco se va desvelando. Durante años, el único chino que conocíamos en Extremadura era el villano cinematográfico Fumanchú. En aquel entonces, cuando no queríamos ver a alguien, le decíamos: "Anda y vete a Pekín de los monos". ¿Monos en Pekín? Todavía si fuera Pekín de los kimonos. Si algo nos hacía sufrir, decíamos que era una tortura china a pesar de que jamás habíamos visto a un chino torturando. Luego, poco a poco, fueron llegando los restaurantes chinos, los bazares chinos, la ropa barata china y hoy, para los niños extremeños, los chinos se asocian con los juguetes, la comida divertida y los luchadores buenos y saltimbanquis. A los mayores, nos siguen mosqueando un rato porque no han perdido del todo su misterio, pero como solucionan la comida de los domingos y las compras, hemos acabado por convertirlos en personajes familiares.

A los cumpleaños de nuestros hijos acuden niños chinos de su clase, los rollos de primavera y el arroz tres delicias se han convertido en platos habituales, los sábados solemos acercarnos al bazar chino de la esquina a comprar pilas, gafas de cerca y sartenes a mitad de precio y cuando nos atacan los achaques, nada mejor que las camas orientales. La semana pasada, Zapatero estuvo en Pekín y vimos en la tele a chinos raperos, a chinos pijos y a chinos hooligans . O sea, se acabó el misterio. O casi. Para que la intriga desaparezca por completo sólo falta que alguien nos explique por qué los chinos extremeños sólo trabajan en restaurantes y en bazares.