Volverá a ser Nueva Orleans la capital mundial del jazz, seña de identidad por excelencia de la intensa mezcla de culturas y sabores llenos de especias de la ciudad devastada? Esto es lo que se pregunta todo Estados Unidos y, en particular, la comunidad de músicos forzados al paro por las furiosas aguas, de las que muchos de ellos, incluido el popular Fats Domino, tuvieron que ser rescatados por la policía. "Lo vamos a recuperar todo, las bandas y los funerales al ritmo del jazz", promete el trompetista Kermit Ruffins, instalado temporalmente en Houston (Tejas) pero con su corazón y sus sueños colgados de los balcones de hierro forjado del barrio francés.

Más que una industria que atraía al turismo y daba de comer a 55 clubs y sus músicos, el jazz era toda una manera de ser en la Big Easy. En su rico caldo de cultivo, aliñado por la humedad del Golfo de México y los vapores de los pantanos, floreció la aristocracia de este sonido.

AlEGRIA ANTE LAS TRAGEDIAS Hay quien dice que volverán los buenos tiempos, como el escritor Louis Edwards. "El funeral de jazz demuestra que en Nueva Orleans respondemos a las tragedias con alegría, una filosofía muy poderosa que subyace en nuestra cultura", asegura. Sin embargo otros no lo tienen tan claro, pues "muchos de los músicos ni siquiera eran propietarios de sus casas, y los clubs eran su única forma de subsistir y ganar dinero", explica el trompetista Gregory Davis. Por eso tendrán que buscarse trabajo en otros lugares y su futuro retorno dependerá de que no se disparen los precios en la nueva ciudad, cuando se reconstruya.

Las perspectivas de que el barrio francés vuelva a su antiguo esplendor son alentadoras, ya que "se encontraba en terreno relativamente alto y no ha sido dañado tanto como la mayoría de los barrios residenciales", sostiene el comentarista Michael Barone. Expertos de la industria turística le dan la razón y esperan que Nueva Orleans renazca de las aguas. "Yo creo que se va a recuperar, aunque tardará más tiempo de lo previsto", comenta Philip Jones, presidente de la Oficina de Visitantes y Convenciones de Dallas, la ciudad tejana que está recibiendo la mayor parte del pastel de actividades turísticas de la Big Easy.

A las tareas de drenaje y reconstrucción habrá que añadir, además, el problema adicional de erradicar las penosas imágenes de estos días para atraer a futuros turistas a la ciudad. Será un arduo trabajo de relaciones públicas, auguran los profesionales del ramo, porque "habrá que reemplazar esas imágenes mentales por las de una ciudad que regresa, más grande y fuerte que nunca", opina Linda Howell DiMario, presidenta de la Oficina de Visitantes y Convenciones de Arlington.

No falta quien advierte ya contra la tentación de reconstruir Nueva Orleans como si fuera un parque de atracciones, para servir sólo de reclamo a los turistas. "La razón por la que todo el mundo adoraba a esta ciudad era su cultura, la diversidad de sus habitantes, y si no se encuentra la forma de reconstruirla para que esa cultura siga viva, entonces se transformará en Disney World", advierte Shirley Laska, de la Universidad de Nueva Orleans.

Planificadores sociales y arquitectos de todo el país se preguntan ya cómo será la nueva Nueva Orleans, la ciudad que emerja de la montaña de lodo que aún cubre sus calles, y muchos avanzan que todo dependerá de cuántos de sus 445.000 residentes acaben regresando. "Es probable que la mitad de ellos no vuelvan", opina la arquitecto Mary Comerio, porque a su juicio los jóvenes se arraigarán en otros lugares.

La incertidumbre se palpa también entre los músicos, como muestra Don Marshall, director de la Fundación del Festival de la Herencia del Jazz de Nueva Orleans. "¿Quién sabe si el Mardi Gras seguirá celebrándose"?, se pregunta.