"Nos ha llamado una señora del Ayuntamiento de Muxía y nos ha dicho que ve problemas para que vayamos. Te ruego que hables cuanto antes con nosotros". Estas escuetas líneas corresponden a un fax remitido recientemente por un grupo de voluntarios de El Rompido (Huelva) al gerente de la cofradía de pescadores de la localidad de la Costa de la Muerte más afectada por el vertido del Prestige . Se sorprendían de que cuatro meses después del desastre se hubiera esfumado la capacidad de Muxía de acoger voluntarios. Pero la explicación es simple y la da el propio gerente, Ignacio Castro: "Aún necesitamos voluntarios, pero el PP se dedica a torpedear y echar para atrás a todos los que puede". Así de triste, pero así de cierto.

En Muxía y Finisterre la labor de zapa la llevan a cabo los ayuntamientos, en manos del partido del Gobierno, y en las otras dos localidades más afectadas, Carnota y Camariñas, con alcaldes de la oposición, los obstáculos los pone la Xunta, la administración que teóricamente los coordina.

Por vez primera desde que empezó la crisis, el pasado lunes no llegó ni un solo voluntario a Muxía. Este fin de semana han desembarcado 200. Pero Ignacio Castro calcula que durante semanas o meses harían falta unos 200 los días laborales y 500 los fines de semana. En los otros cuatro pueblos, las necesidades son similares.

Las tareas que realizan ahora los voluntarios son muy diferentes a las del inicio de la crisis. No se trata ya de retirar grandes cantidades de fuel sino de algo mucho más minucioso y a la vez ingrato: limpiar los coídos, las playas de piedras redondeadas que aquí llaman bolos. También se está dejando para el final la ardua tarea de limpiar el fuel sepultado.