Las centrales de Santa María de Garoña (Burgos) y Cofrentes (Valencia) son casi hermanas de la de Fukushima. Las dos pertenecen a la veintena de instalaciones denominadas de agua en ebullición (BWR, por sus siglas en inglés), construidas por la compañía General Electric en los años 60. La central burgalesa incluso entró en servicio en 1971, el mismo año que la nipona, y con una potencia apenas 20 megavatios (MW) mayor. La de Cofrentes se inauguró en 1984, pero los 102 sucesos de seguridad, numerosas bajas imprevistas y 25 paradas no previstas, sufridas en la última década, han llevado a los ecologistas a pedir que no se renueve su licencia de explotación, que finaliza el 20 de marzo.

El Gobierno, que recientemente ha abierto la mano a no fijar un tiempo máximo de vida para las centrales, aseguró ayer que no hay ninguna indicación de que esta tecnología sea menos segura que la de los reactores de agua a presión, más habituales. La vicepresidenta económica, Elena Salgado, y los ministros de Industria y Medio Ambiente, Miguel Sebastián y Rosa Aguilar, pidieron prudencia e insistieron en que todas las centrales nucleares españolas son seguras. "No deben tomarse decisiones basándose únicamente en un hecho concreto. El debate de la seguridad siempre ha estado ahí. Lo ocurrido en Japón contribuye a reforzarlo, pero debemos tener una perspectiva más global", pidió Salgado, tratando de desligar la postura del Ejecutivo español de la del alemán o el francés.

SIN ACTIVIDAD SISMICA El Foro Nuclear Español también salió a la palestra para defender la seguridad de las centrales españolas. Según este colectivo que representa los intereses de la industria, las centrales de Garoña y Cofrentes "no son exactamente gemelas" de la japonesa y, además, debe tenerse en cuenta que fueron construidas con criterios propios de seguridad teniendo en cuenta que en sus emplazamientos no hay la actividad sísmica de Japón.

La presidenta del Foro Nuclear Español, María Teresa Domínguez, defendió que en las nucleares japonesas no se ha producido ningún fallo en la tecnología, todos los reactores afectados por el terremoto pararon y actuaron los sistemas de seguridad con un impacto radiactivo bajo en el exterior. "El escenario tan complicado después de esta catástrofe --dijo-- se está controlando dentro de los límites absolutamente normales, sin superar los niveles de radiación admisibles y sin daño a la población".

Sin embargo, Domínguez admitió que hay que revisar el accidente de la central de Fukushima para mejorar el funcionamiento y revisar la seguridad de las centrales nucleares en todo el mundo. "Quizá pudieran ubicarse en lugares más elevados y menos vulnerables al paso de un tsunami", comentó.