TSti por algunos garrovillanos fuera, no habría existido el Renacimiento, ni el Barroco, ni la historia del arte. La pasada semana, el pintor Jesús Valle donó un cuadro a la parroquia de San Pedro Apóstol de Garrovillas, pero algunos vecinos se opusieron a que el pintor leyera un manifiesto porque la cara del Jesús crucificado era la de su hijo. Y se quedaron tan panchos a pesar de que con su actitud estaban desautorizando hitos señeros de la historia del arte como, por ejemplo, La Trinidad de Masaccio, primera pintura en la que se aplican consecuentemente las leyes de la perspectiva lineal, o los magníficos frescos de la Capilla de los Magos de Benozzo Gozzoli. Hacia el año 1427 pintó Masaccio su Trinidad donde, al pie de la cruz, aparecen los donantes del cuadro: la familia Lenzi. En los frescos de Gozzoli, los Reyes Magos y su séquito no son otros que los miembros de la familia Medici.

La historia del arte está repleta de casos así porque los pintores y los escultores precisaban modelos para inspirarse, ya fueran sus hijos, los donantes o ellos mismos: recordemos que el propio Velázquez aparece en Las Meninas. Pero nada, un grupo de garrovillanos ha decidido que arte es solamente lo que ellos decidan. Así que les haremos caso y antes de llevar a la hoguera las pinturas de Masaccio, Velázquez o Gozzoli podemos empezar por el Cristo de la iglesia de Mirandilla, cuya cara es clavada a la de Antonio Vélez, el exalcalde emeritense, o por la Sagrada Cena de una parroquia de Arroyo de la Luz, cuyos modelos son el párroco y varios fieles.