Tienen teléfono móvil desde los 11 o 12 años (algunos incluso antes, otros quizás algo más tarde). Lo usan, sobre todo, para estar al día de lo que se cuece en el instituto, porque hoy la actualidad de los adolescentes no corre por los pasillos o los corrillos del patio. Lo verdaderamente importante se divulga y se extiende por las redes sociales. Un estudiante de secundaria que no está en Whastapp, en Instagram o en Snapchat es como si no existiera.

Como a las generaciones anteriores, la generación wasap, capaz de escribir a toda velocidad con los dos dedos pulgares sobre un teclado de dimensiones minúsculas para un adulto, también tiene inquietud por saber quién es. Por eso, la investigación que el pasado 10 de junio presentaron en la Real Academia de la Lengua Española (RAE) Salma Zian y Cristina Manzanares, dos estudiantes de segundo de ESO del instituto público Juan Manuel Zafra de Barcelona, resulta tan oportuna. Y sorprendente en sus conclusiones.

Cristina y Salma han trabajado todo este curso para averiguar cuál es el lenguaje de WhatsApp (o wasap, como escriben los chavales), cómo se utilizan los emoticonos, qué abreviaturas son las más habituales, qué mensajes se contestan antes y cuáles no se responden siquiera, qué imagen proyecta cada usuario a través de la foto y del estado de su perfil- Hasta han analizado cómo y a qué velocidad escribe cada uno. El resultado es un estudio, "de más de 80 horas de trabajo", subraya Cristina, que ha sido distinguida con el premio Es de Libro, que organiza la fundación Cedro, encargada de gestionar los derechos de autor de las obras escritas.

TRABAJO ORIGINAL "Uno de los requisitos del premio es que fuera un trabajo original, aquí no sirve copiar y pegar", indica Cristina, de 13 años. "Por eso, hemos hecho nosotras las encuestas, después de haber elaborado unas hipótesis de partida y haber diseñado los cuestionarios", prosigue Salma, que acaba de cumplir 14. Les ha asesorado la profesora María Pilar Menoyo, coordinadora del Zafra Investigadora, un programa que ofrece el centro como asignatura optativa.

Entre las conclusiones del estudio, realizado entre estudiantes y profesores del instituto, destaca la constatación de que, mientras los jóvenes utilizan, en un 88% de los casos, los dos dedos pulgares para escribir con el móvil, los adultos solo usan un dedo índice para redactar textos en ese tipo de dispositivos. "Y eso no excluye que también cometan faltas de ortografía", señala Salma, que reconoce que parte de la culpa de esos errores la tienen "los teclados, que dificultan incidir exactamente en el símbolo deseado y los correctores o predictores de textos, que pueden jugar alguna mala pasada".

Otra de las diferencias radica en cómo usan emoticonos y abreviaturas. "Cuando les dimos a reproducir un texto, para comprobar su velocidad --indica Cristina--, nos encontramos con que los mayores lo escribían al pie de la letra, mientras que los jóvenes incorporaron emoticonos (en un 40% de los casos) y abreviaturas (la mitad de ellos)". "Los puntos suspensivos son el recurso ortográfico que más utilizamos todos, adultos y adolescentes, cuando elaboramos un texto y, en cambio, lo que menos hacemos es sustituir los pero por un xo", concluyen.