TLtos hombres y las mujeres no son tan distintos como presumen algunos y algunas. Hasta tenemos los mismos gustos, fíjese lo que le digo. En cine, sin ir más lejos, puede que nos gusten distintas películas, pero nos gustan los mismos géneros. La ficción. Es cierto que ellas prefieren Sexo en Nueva York y nosotros Indiana Jones , pero eso no es sino la constatación de lo que digo. Una película va de mujeres que piensan más de una hora diaria en el sexo y la otra de un señor de letras que salva el mundo a puñetazos. Pura ficción. Lo que pasa es que los publicistas son unos profesionales e incentivan las disputas, para aumentar audiencias. Y como digo cine podría decir televisión y quedarme tan pancho. Quizás hace unos años las cosas fueran distintas, cuando los hombres enloquecían con el fútbol y con los toros mientras que las mujeres eran más de telenovelas y cosas así. Pero eso se acabó. Estamos en el siglo XXI y reina la igualdad. Telenovelas, fútbol y toros vuelven majaras a hombres y mujeres por igual. En el buen sentido de la palabra majara, claro. Porque esta equiparación de gustos es un regalo de Dios. Hace posible que nos emocionemos todos al unísono con las proezas de unos héroes colectivos y que nos riamos de las sutilezas del humor patrio. Así lo ha entendido la Academia de la Televisión al premiar a la serie Aida , por ejemplo. No sólo premia una telenovela sino una forma global de entender el humor y de interpretar la vida. El Jonathan no es una caricatura, es un virus que asola las calles. El Luisma tiene una sola neurona y con ella se va apañando, como tantos. Aida es la prueba de que madre no hay más que una, gracias a Dios. Es una serie que triunfa porque no hace distinción de géneros. Mide a todos por el mismo rasero: el más bajo. Y acierta.