Javier Cercas publicó el 26 de enero en El País un artículo titulado "Adiós, muchachos" en el que desgranaba ideas razonables y otras que no me lo parecen tanto. Tras equiparar a la banda ETA con el franquismo, se pregunta por qué, llegado el momento, habrían de condenar los terroristas sus años de terror cuando los franquistas no lo hicieron durante la transición y muchos siguen sin hacerlo (ni lo harán jamás, añado yo). El franquismo fue una lacra deplorable para este país, como también lo ha sido y es ETA. No obstante, rechazo la analogía que establece entre ambos para argumentar su postura en contra de las condiciones que el Estado le ha impuesto a ETA. Afirma el escritor que si la democracia fue generosa con los franquistas no puede serlo menos con los etarras. La diferencia es que el franquismo seguía en el poder cuando inició su regeneración hacia la democracia, pilotada por el rey Juan Carlos I, Adolfo Suárez y Torcuato Fernández Miranda , presidente interino del gobierno franquista tras el asesinato de Carrero Blanco . Mal que nos pese, fue un grupo de franquistas quien inició el declive del franquismo, que representaba una de las dos ideologías (tóxicas, diría yo) dominantes de la época. ETA, una banda minoritaria, tuvo la oportunidad de regenerarse después de 1975 --indultos incluidos--, pero no lo hizo: prefirió apostar por el negocio de la muerte, la extorsión y el miedo. No son las víctimas del terrorismo quienes imponen sus condiciones al Estado, como dice Cercas: es el sentido común. Y el sentido común prescribe generosidad cero con quienes saben matar pero no saben pedir perdón.