Tras consultar con sus asesores de seguridad nacional, el presidente de EEUU, George Bush, ha ordenado al Ejército que destruya antes de que llegue a la Tierra el satélite espía defectuoso de unos 9.000 kilos de peso y del tamaño de un pequeño autobús que viaja sin control hacia nuestro planeta. Según explicó en el Pentágono James Cartwright, vicejefe del Estado Mayor, la decisión de destruir con un misil el satélite se ha tomado por el riesgo que suponen los 200 kilos de carburante tóxico que carga el ingenio.

La historia de este satélite espía perdido empezó en diciembre del 2006, cuando fue lanzado al espacio. Pronto se perdió el contacto con él, lo que implicó que no quemó el combustible que cargaba, llamado hydrazine en inglés. El hydrazine es un combustible transparente, con un olor parecido al amoniaco y altamente tóxico solo por contacto. En el caso de que el satélite cayera en la Tierra, si el combustible no estallara en la atmósfera, se generaría un grave riesgo de contaminación.

La operación de destruir el satélite no está exenta de riesgos logísticos y políticos. El misil será disparado desde un buque de la Armada de aquí a principios de marzo, cuando se calcula que entrará en contacto con la atmósfera.