Senegal es un país africano que muchos aficionados al mundo del motor conocen por el rally que culmina cada año en Dakar, la capital. Esta ciudad es una de las más conocidas y visitadas del país. No es tan común conocer Ndongane, un pequeño pueblo de poco más de 500 habitantes, y mucho menos habitual viajar a él. Sin embargo, Antonio Sevilla, sueña con volver allí desde que viajó por primera vez en marzo de este año. La experiencia le cambió la vida y aún hoy, no puede evitar emocionarse al recordar lo que vivió esos días.

La vinculación de este pacense con Senegal comenzó hace poco más de 2 años, cuando Antonio conoció a Musa, un senegalés afincado en Badajoz que trabaja como chapista. Musa salió de su país siendo un adolescente y se marchó a Libia donde estuvo un tiempo trabajando antes de recalar en Ceuta, Olivenza y finalmente Badajoz. Aunque lleva más de 10 años fuera de su país nunca lo ha ´abandonado´ y su principal objetivo es hacer todo lo posible por mejorar la situación de sus paisanos.

"Cada vez que ve algo piensa en la utilidad que se le podría dar a ese objeto en su pueblo. Por ejemplo, la malla metálica piensa utilizarla para vallar los huertos y evitar que entren animales", señala Emilia, la mujer de Antonio, quien también hace lo que puede por ayudarle.

Musa viaja con frecuencia a su país y siempre lleva ropa, calzado y enseres a sus paisanos. En su última visita le acompañó Antonio, que pudo comprobar personalmente todo lo que durante tanto tiempo le había contado su amigo. "La gente es muy agradecida, me acogieron como a uno más", recordó.

"Musa sufre mucho cuando piensa en las comodidades que tiene aquí y las carencias que hay en su pueblo", comentaba Emilia Silva. Un gesto tan sencillo como abrir el grifo y llenar un vaso de agua es impensable en Ndongane, donde las mujeres tienen que andar más de 3 kilómetros para conseguir agua.

En uno de sus viajes, Musa construyó un pozo en su pueblo pero "tiene una profundidad de 25 metros y es muy costoso sacar el agua". Pero Antonio ideó instalar un sistema con placas solares con las que conseguir energía para que un motor pueda bombear el agua. "Pensé que sería muy caro, pero apenas cuesta 10.000 euros llevar agua a todo un pueblo", según Antonio, quien recordó que construir la escuela del pueblo costó poco más de 2.000 euros. Ahora está recaudando dinero en Badajoz y ha editado carteles con la cuenta corriente (2010-0009-15-136451

6900) que ha habilitado para admitir donaciones. Además, "la empresa Red Man nos ha prometido una importante cantidad de dinero".

En unos días Musa volverá a Badajoz acompañado por su mujer y sus tres hijos que vendrán a vivir con él. Aunque su familia esté aquí, su mente siempre estará en Ndongane.