A las 20.30 horas, con la puntualidad que dejaron los británicos, terminó ayer el mediático encierro de casi 300 personas (ocho españoles entre ellos) en el Hotel Metropark de Hong Kong. Su reclusión duró una semana, desde que un huésped mexicano se convirtió en el primer caso de gripe porcina en Asia y las autoridades sellaron el local.

"Ha sido Hollywood. Antes de salir hemos gritado la cuenta atrás, como con las uvas", decía Javier Boada, empresario barcelonés y cordón umbilical estos días con el interior. "Lo único positivo es que 300 personas hemos podido convivir sin problemas graves en un espacio pequeño", contaba.

El guiñol llegó ayer a su esplendor. Del personal del hotel encerrado se ha hablado muy poco, y sus colegas lo quisieron compensar esperándoles a la salida con pancartas, altavoces, cantos y gritos. Los clientes y los trabajadores se despedían con abrazos y besos.

Entre una turba periodística, unos salían bailando o deteniéndose a hablar con la prensa. Otros, a la carrera y camuflados con gorra y gafas de sol en plena noche. Y es que el encierro pilló a muchos en falso. Un ejecutivo de una multinacional quedó recluido con su acompañante. A su esposa le explicó que había entrado a degustar un café, pero no hay constancia de que el café del Metropark sea especialmente bueno.

La liberación pondrá fin a la concentración mediática a las puertas de este edificio. Decenas de periodistas hicieron guardia una semana. Ayer fueron más de 200, llegados desde todos los rincones del mundo.

Los encerrados lo han contado por teléfono: el miedo derivó en tedio y la frialdad en amistad o en amor (se han formado al menos dos parejas), la fiesta de despedida con champán, la comida gratis de los restaurantes de la zona, las consolas regaladas por una multinacional japonesa, el concurso de preguntas al estilo Trivial. Una suerte de Gran hermano, pero sin cámaras y con ganas de salir cuanto antes.

La alarma se atenúa estos días en Hong Kong. Las autoridades se plantearon ayer por primera vez si la cuarentena masiva es necesaria. Cada día se ven menos mascarillas. Solo las conservan los periodistas televisivos cuando entran en directo. Apagada la cámara, las devuelven al bolsillo.