Ni una vuelta al ruedo, ayer en Las Ventas, en una corrida, sin embargo, con toros muy propicios que dejaron en evidencia a los toreros, sobre todo a los dos primeros. Cuesta decirlo por ser modestos. Pero no valen tapujos. Los toreros se dejaron ir la oportunidad de su vida, a salvo de la crítica el más joven de la terna, con un lote mucho peor.

El cacereño Emilio de Justo, que lejos de aprovechar también la excelente condición de su primero, se lo dejó vivo. El toro con más posibilidades, hay que advertir, de los seis, se fue sin torear. Así como suena. La lidia fue infame en los dos primeros tercios, y es posible que ello influyera en el ánimo del torero, que tardó mucho, mucho, en verlo.

Un toro que quizás tardeaba en la primera arrancada, pero una vez que iba para adelante, repetía y repetía, por abajo y con mucha transmisión. Faltó limpieza al trasteo, y estrujar debidamente tantas y tan buenas embestidas. Luego vino el calvario de la espada. Y en fin, mejor no entrar en detalles para no hacer más leña del árbol caído.

El quinto cambió a peor, pues no fue tanto como lo que dejaba traslucir en principio, pero así y todo tuvo sus arrancadas, muchas, y la mayoría estropeadas por una sucesión de enganchones culpa de Emilio de Justo.

Israel Lancho se salva, pues sus toros no ofrecieron tan claras posibilidades. Y es más, su primero fue un pájaro , amagando para echarle mano, volviéndose y buscándole. El alto y fuerte torero pacense, que al cabo de un año volvía al escenario donde estuvo a punto de perder la vida, tuvo la gentileza de brindarle el toro al médico. Y lagarto, lagarto, para los supersticiosos. Pues dio la impresión de estar abrazados en el brindis el médico y el torero en prevención de lo que pudiera pasar otra vez.

Ya el sexto, tampoco le sirvió a Lancho, pues aunque tenía movilidad el animal, salía de los pases con la cara alta. Nada que hacer. Ese fue el corolario del desolador festejo, triste también para los ganaderos, que seguro hubieran preferido manos más expertas y ambiciosas.