El nuevo brote de gripe aviaria coloca al Gobierno chino ante el doble reto de vencer la epidemia y su descrédito ante la población. El virus H7N9 ha causado ya nueve muertos y 33 infectados en un mes en China. Las noticias médicas son esperanzadoras. La vacuna, en la que trabajan los ministerios chinos de Ciencia y Tecnología y de Salud, podría estar lista en siete meses. Un niño de 4 años ha sido el primer enfermo en curarse. Fue diagnosticado el 4 de abril. Su recuperación muestra la importancia de la pronta detección.

Shanghái es el punto más problemático, con 13 enfermos, de los cuales cinco han muerto. El resto se han registrado en las provincias de Jiangsu, Zhejiang y Anhui, en el este del país. Aunque cada día surgen nuevos casos, la OMS sostiene que el riesgo de pandemia seguirá siendo muy bajo mientras el virus se siga contagiando solo a través de las aves y no entre personas. Las autoridades desconocen el origen exacto, pero sospechan de pollos, palomas y codornices. Un laboratorio de la Academia China de Ciencias responsabilizó ayer a las aves salvajes del sudeste asiático y a los pollos del este del país, lo que ha llevado a los científicos chinos a estudiar las migraciones de pájaros. Los mercados callejeros de aves en varias ciudades fueron cerrados la semana pasada. La comunidad científica aplaude la gestión rápida y transparente de la crisis. Michael O'Leary, representante de la OMS en China, recibe informes diarios de Pekín. Solo un día después de los primeros diagnósticos, la secuencia genética de la nueva cepa vírica estaba colgada en la web de GISAID (una iniciativa global para compartir información sobre gripes) para que los investigadores del mundo la consultaran.

BAJO LA ALFOMBRA La percepción de la población es opuesta. Pekín suele esconder las crisis bajo la alfombra y le costará recuperar la credibilidad. La crisis del SARS (2003) o el contagio masivo de sida por transfusiones ilegales (en los 90) sirven de ejemplo. Los rumores sobre nuevos casos de gripe aviaria se acumulan en la red. Doce personas ya han sido detenidas por difundir "rumores" y "poner en peligro la seguridad ciudadana". La ley que permite detener a los divulgadores de rumores, calificada por la prensa global como una mera excusa para apretar más la censura en la red, evita la desinformación que en el pasado trajo consecuencias funestas. En los últimos días se han acumulado bulos sobre nuevos brotes y se ha apuntado incluso que el origen de la epidemia eran los miles de cerdos muertos que flotaban el mes pasado en el río Huangpu, en Shanghái.

Los internautas se preguntan por qué China no hizo público hasta el 31 de marzo el primer caso, ocurrido el 19 de febrero. Pekín ha explicado que los análisis para confirmar el diagnóstico llevan su tiempo, pero pocos lo han creído. Incluso la prensa afín ha sido escéptica. "La gente se pregunta por qué se tardó tanto en anunciar la crisis. Las medidas del Gobierno no han convencido al pueblo", aseguraba un editorial del diario oficial de la Liga de las Juventudes Comunistas. "¿No se habrían reducido las infecciones y muertes si se hubiera anunciado antes?", inquiría el Southern Metropolis Daily. Este diario, exponente del periodismo crítico, vinculaba el retraso a la celebración de la Asamblea Nacional Popular, una suerte de Parlamento chino, durante la cual Pekín evita la publicación de noticias negativas.

El consumo de aves ha descendido a pesar de las promesas oficiales que descartan todo peligro tras su cocción. Algunos restaurantes, aerolíneas y colegios las han suprimido del menú. La multinacional estadounidense Kentucky Fried Chicken, muy célebre en China, ha reconocido un "significativo y negativo impacto", aunque no ha dado cifras.