¡Atención presión insuficiente en un neumático! Avisa aviesa la computadora. Un pinchazo, cosa de poco, pienso. En tanto lo reparan visitamos el restaurante de José Vicente. Desayuno de reyes en día de coronación. Tomates de alcurnia, jamón principesco, huevos nobilísimos, chorizo linajudo, panes blasonados... ¡Buena gente, José Vicente! Si pasan por Aracena paren allí. Cosa fina. En esto llaman del taller. Que no es un pinchazo, que es un mal golpe en la llanta. En el maletero no hay una humilde rueda de repuesto. Cosas del progreso. Como Pizarro trazamos una linde en la arena. A nuestra espalda, Badajoz y la nada. Al frente, Huelva y La Merced. Allí mismo votamos. En libertad. En secreto. Don Felipe Albarrán Vargas Zúñiga y yo. Dos votos unánimes. ¡A los toros! ¡Aunque sea a pie! De la sierra al mar van pasando por Riotinto, entre tarantas, Felipe, Fernando y un taxista de Higuera de la Sierra llamado Antonio.

Comemos en Las Candelas, en Aljaraque. Sí, no hace falta que lo pregunten, comimos gambas. ¡Olé! Y chirlas, y tortillitas de camarones... Y Felipe se pierde con descaro entre tocinitos de cielo y hojaldres. De ahí al Hotel Monte Conquero. Rui Vento habla con Cepeda. Saludamos a David Benegas. Extremeños, portugueses... Gente del toro. Leve cabezadita y por el camino de Gibraleón a la plaza. Ahora la gente es gentío. Charlamos con uno y con otro. Guillermo Fernández Vara, Antonio Castañares... este y el de más allá.

Hacían el paseíllo en el coso mercedario Ponce, Morante y Perera. Los toros de José Luis Pereda, pobres de trapío y flojos, se dejaron en general. Alguno manseó. Ponce fue el que critican muchos. El que torea de lejos, el de los medios pases, el del artificio. Sólo al final, cuando ya veía que se iba de vacío apretó. Dos tanditas. Ahí se manchó el traje. Cuando quiere, porque puede, embelesa. Oreja generosa para un torero que estuvo tacaño de quereres.

Morante vino más bonito que un real de a ocho. Rosa palo y oro con cabos negros. Corbatín ancho y faja primorosa. Pero el quejío se lo dejó en La Puebla. Principió con buenos andares, pero a medio toro manso se descompuso. En el segundo se le apareció el fantasma del hule y adiós. Bronca.

Y luego el que manda. Ese al que llaman ya... ¡el Arcángel de la Puebla! A los pies del Conquero, como si de Punta Umbría llegase un eco de conquistas, sembró y cosechó otro triunfo. En ambos toros a fuerza de ceñir el toreo. Calentando los tendidos. A su primero, quizá el mejor de la tarde, le despachó dos tandas de derechazos bien servidas. Bernardinas, estatuarios, gaoneras, circulares... de todo hubo. Elegante con el capote, a su segundo lo trasteó intenso, pero de más a menos. Acabó atosigando. Dos cañonazos al volapié, uno por toro. Cuatro orejas, excesivas, sobre todo las dos últimas. Otra puerta grande. Y las palmas sonaban por bulerías en su honor.

Almas caritativas las hubo y las habrá. Quiere Dios que sea Juan Barco nuestro buen samaritano. Juan y María van para Almendralejo. Y en un gesto torero que vale más que un museo nos llevan a Badajoz. ¡Gracias Don Juan! ¡Gracias Doña María!. Una bendición. De Huelva a Badajoz todo es hablar de toros. O casi. Al llegar son ya las dos de la madrugada colmadas. Y en el maletero las dos orejas que Miguel Angel cortó a su primero. Doy fe.