Sobrio, escueto y aparentemente con una cierta prisa por retirarse a sus aposentos. Mientras en Roma seguían repicando las campanas, Joseph Ratzinger pronunciaba sus últimas palabras como papa desde la villa de Castelgandolfo, a 20 kilómetros de Roma, donde se ha retirado después de su renuncia. Comienza ahora una etapa inédita para la iglesia católica, en la que 114 cardenales elegirán al sucesor de Benedicto XVI y, pocos días después, un nuevo papa deberá convivir con un expapa.

El último discurso del Papa fue tan breve que provocó una cierta desilusión a los cientos de diocesanos de Roma, que desde hacía varias horas esperaban dentro de la villa papal. "Este es un día extraño para mí, porque, como sabéis, a partir de las ocho ya no seré papa, sino un peregrino que recorre la última etapa en esta tierra", dijo improvisando las palabras. "Seguiré todavía trabajando para el bien de la iglesia y de la humanidad con amor, rezos y reflexión", añadió antes de saludar a los presentes con un "gracias a todos y buenas noches".

"Ha salido de puntillas, sin querer ser homenajeado, como si esto fuera algo normal", comenta el historiador del catolicismo Alberto Melloni, frente a la no excepcionalidad que Joseph Ratzinger ha dado a cada uno de sus actos y discursos desde que anunció la renuncia.

Permanecerá "escondido al mundo", como dijo. Primero en Castelgandolfo y dentro de unos tres meses en un monasterio interno del Vaticano, donde se susurra que, cuando haya pasado el clamor por su renuncia, podría trasladarse a otro monasterio en Alemania.

Por la mañana había saludado a unos 143 cardenales que ya se encuentran en Roma, a los que dijo que fueran "dóciles" a la inspiración divina para elegir al sucesor. "Entre vosotros está ya el futuro papa, a quien ya hoy prometo mi incondicionada reverencia y obediencia", añadió.

Nadie puede predecir, más allá de la cohabitación de un expapa con un papa en 44 hectáreas de terreno, cuál será la influencia de uno sobre el otro. Cuando aproximadamente a mitad de mes se nombre al nuevo papa, será normal que este vaya a saludar al "escondido". Pero nadie puede tampoco excluir que vuelvan a verse o incluso que el nuevo papa se consulte con el anterior. Probablemente dentro de pocos días comience una histórica cohabitación.

Se vean una vez o regularmente, con toda seguridad el sucesor de Benedicto XVI habrá sido seleccionado para afrontar y revolver los expedientes que el primer papa dimitido de la historia contemporánea le ha dejado sobre la mesa. O que tal vez hayan sido la causa de su renuncia. El sucesor deberá tener "el vigor del cuerpo y del espíritu", había dicho Joseph Ratzinger, en referencia a las fuerzas físicas que iba perdiendo y a la magnitud de los problemas que presenta la institución.

Pederastia, pero no solo, porque si el escándalo mundial ha explotado en estos años, fue entre los 60 y 80 cuando la mayoría de los casos se produjeron y en Roma guardaron o impusieron silencio. Esto planteará al nuevo papa la urgencia de una reforma profunda del gobierno central y de la calidad de obispos y cardenales. A esto se añade el cambio de chip del catolicismo, que sigue presentándose en Africa, Asia o Latinoamérica como una religión occidental. "Hay que salir de este horizonte", explica Melloni, según el que "cuando se habla de un papa extranjero, por ejemplo negro, la referencia no es tanto al color de su piel, sino a que tenga experiencia de un cristianismo diferente del occidental".

Seguramente la continua presencia del expapa en el Vaticano molestará a más de uno. Pero habrá cumplido cuanto pidió en los días más negros del Vatileaks: "Rezad para que no huya frente a los lobos". En estos días ha añadido: "No vuelvo a la vida privada, no llevaré más el poder del cargo para el gobierno de la iglesia, pero, por así decir, en el servicio de la oración permanezco en el recinto de San Pedro". O sea, no se va del todo. A las ocho en punto de la tarde de ayer, los guardias suizos dejaron sus puestos de guardia y Joseph Ratzinger se transformó en un ex.