La muerte y la supervivencia se cogen de la mano. Aún no repuestos del impacto de perder a seis compañeros tras el desplome de un tramo del viaducto, los obreros portugueses que salieron ilesos de la tragedia de Almuñécar expresaron ayer su necesidad de volver al tajo. "Estamos vivos y hay que seguir. Vinimos aquí por dinero, porque allá donde nacimos sólo había miseria. El mundo nos cayó encima, pero si no nos ha matado, tendremos que continuar en él", dijo José Morera, nacido en un suburbio de Oporto, que ayer observaba el amasijo de hierros y hormigón del que se libró.

Morera y sus colegas no creen que su trabajo sea precario, pero sí muy peligroso. "La mayoría provenimos de pueblos o suburbios portugueses, y trabajar en España es una oportunidad de ganar un sueldo digno", asegura José Texeira. "Pero ya se sabe. Los trabajos más peligrosos son para los pobres y en las guerras sólo mueren pobres. Por muchas medidas de seguridad que haya, al final quienes suben allá arriba y se despeñan somos los pringados", sintetiza Texeira. "Trabajamos 12 horas para ganar más, y ése es un gran riesgo pero hacer horas extras es legal", añade.