A 30 años luz de la Tierra, orbitando alrededor de una pequeña estrella enana roja, se ha hallado un planeta anómalo que desconcierta a los expertos. Se trata de un gigante gaseoso del tamaño de Júpiter que da vueltas alrededor de un frío astro que apenas tiene una décima parte de la masa de nuestro Sol. El descubrimiento de un cuerpo celeste tan grande y compuesto de gas situado en las proximidades de una estrella tan pequeña desafía a las actuales teorías sobre cómo se forman los planetas de estas características y reabre un apasionante debate entre los astrónomos.

Los expertos explican que la estrella anfitriona de este hallazgo, conocida en la comunidad científica como GJ 3512, es prácticamente idéntica a Próxima Centauri, el astro más cercano al sistema solar. Las enanas rojas, de hecho, destacan como las estrellas más comunes de la Vía Láctea. Los planetas de su entorno, sin embargo, se consideran una quimera. De los casi 4.000 exoplanetas descubiertos hasta la fecha, solo el 10% orbitan alrededor de astros con una masa tan baja. Y, siguiendo la explicación científica estándar, aún más raro sería encontrar gigantes gaseosos que se hayan formado alrededor de una estrella tan pequeña como el que se ha hallado. Las observaciones indican que en el mismo sistema planetario también se encontraría un cuerpo errante que, tras ser expulsado, estaría ahora orbitando por el vacío galáctico.

Este recientemente anunciado descubrimiento, publicado en la revista 'Science', surge a raíz de una observación anómala de la estrella protagonista. El 'cazaplanetas' Carmenes, un instrumento de última generación con el que trabajan más de 200 científicos de 11 instituciones españolas y alemanas, detectó un inusual movimiento del astro. Esto indicaba la presencia de uno (o más) exoplanetas en un lugar del universo en el que no se les esperaba encontrar. "Me parece fascinante cómo una sola observación anómala tiene el potencial de producir un cambio de paradigma en nuestro pensamiento, en algo tan esencial como la formación de planetas y, por lo tanto, en el panorama general de cómo nuestro propio sistema solar llegó a existir", comenta Juan Carlos Morales, investigador del Institut d'Estudis Espacials de Catalunya (IEEC) en el Instituto de Ciencias del Espacio (ICE-CSIC) y líder del equipo responsable del hallazgo.

Búsqueda de planetas gaseosos

Hasta ahora, para explicar la formación de planetas gaseosos como Júpiter se contemplaba el siguiente escenario. Para empezar, hacía falta un astro de grandes dimensiones con grandes cantidades de 'escombros' a su alrededor. A continuación, la acumulación de estos objetos podía conglomerarse en un núcleo helado y rocoso que, poco a poco, iría creciendo hasta alcanzar una masa de entre 10 y 15 veces la terrestre. A partir de ahí, el protoplaneta lograría acumular hidrógeno ambiental y gas helio a su alrededor hasta convertirse en un gigante gaseoso. Todo este proceso sería mucho más complicado si el astro rey tuviera una masa tan baja y, por lo tanto, poco material en su disco. El hallazgo de este nuevo 'astro anómalo' demuestra que la teoría podría ser incompleta y, a su vez, permitiría ampliar el foco en la búsqueda de planetas similares en el universo.

El astrónomo Greg Laughlin, experto de la Universidad de Yale, define este misterioso exoplaneta como el mundo que vino del frío y, de paso, aprovecha para expresar la emoción que este nuevo hallazgo suscita en la comunidad científica. La órbita de este astro se completa cada 204 días y, según se ha podido observar, le lleva muy cerca de su estrella. La distancia que separa a este exoplaneta del centro de su sistema planetario es menor de la que separa Mercurio del Sol. Pero, dado que su estrella anfitriona es extremadamente débil, el calor que alcanza su superficie también lo es. Los expertos calculan que en este 'mundo helado', las temperaturas deben ser inferiores a los -150 grados Kelvin, una cifra lo suficientemente fría como para que las heladas persistan en condiciones de vacío.

El descubrimiento debuta en el panorama científico de la mano de científicos, instalaciones y centros de investigación españoles. El Observatorio de Carlar Alto (Almería) del Instituto de Astrofísica de Andalucía (CSIC) alberga a Carmenes, el instrumento que ha permitido localizar el astro. El Telescopio Joan Oró del IEEC, situado en el Observatori del Montsec (Lleida), también tiene parte de protagonismo ya que ha permitido obtener más datos para corroborar el hallazgo. Estos instrumentos servirán ahora para seguir estudiando este sistema solar a pequeña escala y descubrir qué más misterios oculta.