TEtn España se habla lo mínimo indispensable del pasado. Más que temor a reabrir heridas ideológicas que nunca se cerraron del todo, lo que hay es pudor, tal vez vergüenza, de que se diga de dónde venimos. Nuestro presente se ha construido no solo sobre el intento de olvidar las guerras que padecimos, sino también sobre el acuerdo tácito de que a nadie le interesaba que se sacara a la luz, sin tapujos, la pobreza en que hasta hace unas cuantas décadas estaba sumida la mayor parte de nuestra sociedad. Ni a los ricos ni a los pobres.

Nuestra ansia por consumir que asombraba a los observadores extranjeros en los primeros años 80, y que no dejó de crecer hasta la actual crisis, evidenció una actitud que se salía de las normas económicas y que solo podía responder, al menos en parte, a la necesidad colectiva de quemar un pasado terrible gastando en el presente hasta más de lo que se tenía. Ahora algunos critican al pueblo por haber sido tan irreflexivo. Pero ¿había alguna forma de impedir eso que, en el fondo, era una venganza histórica?

Y ahora que se ha acabado la fiesta, no pocos añadirán: Que me quiten lo bailado . Pero hay cosas que no se pueden borrar. El informe de la OCDE sobre la educación acaba de sacar a la luz tal vez la más grave: que solo el 22% de los españoles de entre 25 y 64 años han completado la Secundaria, la mitad de la media de los países de la organización. No se proporcionan datos para quienes tienen entre 50 y 64 años. Ni para los mayores. Pero sin duda serán mucho peores. Tampoco se menciona la calidad, muchas veces ínfima, de la educación que unos y otros recibieron. Y esa gente, con esa Secundaria o sin ella, son los padres y los abuelos de los chicos que hoy van a la escuela y a la universidad. Los que critican a los profesores deberían tenerlo en cuenta.