--¿Cómo se entiende que en 35 años de carrera no hubiera grabado un disco en directo?

--No tengo una explicación convincente. Mis exdiscográficas fueron sacando recopilatorios, explotando fotos y repertorio antiguos, y fue mi familia la que me animó a hacerlo.

--Lo grabó en el Gran Rex de Buenos Aires, donde realizó en 1974 su primer recital en Latinoamérica.

--Y cómo lo agradeció el público. Me dijeron de todo, "guapo", "dioso", y hasta al ingeniero de luces le pareció que me gritaban "gigoló", pero le aclaré que me decían "ídolo".

--Estrenó solo una pieza nueva, dedicada a las musas ¿Volvió la inspiración?

--Estoy trabajando en piezas que me gustan y que aspiro a que sean distintas a las últimas. Me apetece simplificar mi sonido, en la línea de Simon & Garfunkel y Neil Diamond, huyendo de las grandes orquestas.

--Y dígame, por favor, que evitará la palabra gaviota...

--La he usado hasta la saciedad, pero en mi canción Mis tópicos ya me reí yo mismo del asunto... Mis hijos también han sido rotundos: "No más gaviotas".

--Su famoso velero también dio mucho juego.

--A mí nunca me han molestado las burlas, pero a mis allegados sí. Yo hasta les defendía, porque tenían razón, por ejemplo, cuando se metían con mi escasa voz.

--Hace poco destapó que ¿Y cómo es? él alude al marqués de Griñón: ¿La creó para un Julio Iglesias despechado cuando Presley le dejó?

--Sí, escribí ¿Y cómo es él? para Julio Iglesias; entonces Isabel se había casado con el marqués de Griñón. Siempre intento narrar una vivencia de quién la tiene que cantar, pero mi productor decidió que la cantara yo. Cuando escribí Marinero de luces para Isabel Pantoja fue más fácil de adivinar: el torero vestido de luces... tenía que hablar de su dolor.

--¿Qué hubiera sido de sus melodías si hubiera pasado por el conservatorio?

--Los sentimientos del alma no requieren de escuelas.

--¿Sabe que es el rey del karaoke?

--Yo solo fui una vez a uno y no me atreví a cantar. Que suenen mis canciones significa que la gente se interesa por mi música, que es lo máximo a lo que puede aspirar un autor. Recuerdo que cuando empecé mi productor me decía que tenía una cara vulgar, que tenía que pasar mil veces por la pantalla para que la gente se quedara con mi cara... Yo intenté que valorara mi gran nariz, y entonces me soltó: ¿Y pretendes presentarte como José Luis Perales? ¡Menudo nombre!´ Evidentemente, no le hice caso.