Conserva el porte torero con el que ha desfilado por plazas de medio mundo y que un día encandiló a Rocío Jurado. Pero el matador José Ortega Cano, ahora también apoderado del novillero cacereño Rafael Cerro, pasó ayer por Cáceres para presentar libro. La Forja de un Torero muestra al hombre que hay detrás de la figura del toreo.

--¿ La Forja de un Torero es la que les hace de otra pasta, como dicen?

--De alguna manera sí. Los toreros debemos ser muy especiales, porque debemos estar muy cerca del arte, pero al mismo tiempo estar preparados para una lucha titánica desde que comienzas.

--Arranca con el traslado de su familia de Murcia a Madrid cuando era un niño.

--He tenido que recordar mucho. Yo era muy pequeño en ese momento, tenía tres años. Pero lo que más me agrada es que mi madre y mi padre, que consiguieron levantar una casa con un montón de hijos, son también protagonistas. Mi madre era una mujer de mucha energía y muy guapa y mi padre era un hombre muy bueno y muy taurino.

--¿El fue el culpable de que se enganchara a los toros?

--Fue el primero que me llevó a los toros, en Madrid, cuando tenía 9 o 10 años, creo que en un cartel con Antonio Bienvenida. Pensé "esto va a ser lo mío". Aunque los primeros capotazos se los había dado ya a un perro pastor alemán que teníamos y embestía muy bien.

--Aparecen algunos de sus momentos más felices. ¿Con cuál se queda?

--Las tardes de toros me han dado muchos momentos, y me ha costado mucho teneros Pero en lo personal, el momento más feliz fue el momento que conocí a Rocío.

--Y también se detiene en las cornadas dentro y fuera de los ruedos.

--Es que he sido un torero muy castigado en uno y otro sitio. Pero a lo mejor si lo hubiera tenido más fácil no hubiera llegado a donde he llegado.

--¿Cuáles fueron las más dolorosas?

--Las ha habido de los dos tipos. Tuve dos muy graves con el toro en la que me dieron la extremaunción, una de ellas en Cartagena de Indias en la que lo pasé muy mal. Hay otras que te toca vivir y las pasas

--¿El tiempo las cura todas?

--Sí. No estoy mal con nadie ni me acuerdo de los que me han hecho daño. Y las cornadas las he olvidado.

--¿Y si ahora su hijo le dice, "papá quiero ser torero"?

--En algún momento me lo dice. Pero yo no le veo firme, así que tampoco le animo demasiado. Mi padre sabía que yo quería ser torero.

--¿Ve madera entre los jóvenes?

--Sí. De hecho en Extremadura está habiendo mucho movimiento.

--¿Llegarán a prohibirse los toros?

--Siempre ha habido sus cositas. Pero los antitaurinos son una minoría. Creo que la fiesta de los toros se vive tanto en las grandes ciudades como en los pueblos más pequeños.