Las lágrimas corrían por sus mejillas cuando, tres minutos después de la medianoche, salió de Waterstones, en Picadilly (Londres), con un ejemplar de la primera edición de Harry Potter y la orden del Fénix. Mientras levantaba el trofeo y se lo mostraba a los que esperaban en la cola, Sheila, rubia adolescente, vecina de Surrey, lloraba bien a gusto. "Es que soy muy feliz", decía con verbo entrecortado.

A las puertas de la librería más grande de Europa, se vivieron en la madrugada del sábado escenas de histeria colectiva. Gentes de todas las edades y nacionalidades aguardaban el gran momento en una fila india que daba la vuelta a la manzana. Los coches que circulaban por la avenida saludaban al pasar tocando el claxon y los que esperaban respondían gritando, mientras un potente equipo de seguridad se encargaba de que las cosas no se desmadraran.

"Es muy emocionante estar aquí", comentaba una turista norteamericana que hacía guardia acurrucando a su hija de 4 años, dormida en los brazos, y un hijo de 8 a su lado, Kevin, expectante y perfectamente despierto.

Dos veinteañeras japonesas, que apenas hablaban inglés, también aguardaban, empeñadas en hacerse con un ejemplar al que difícilmente podrán hincarle el diente.