Para explicar por qué decidió escribir todo un volumen dedicado a la violencia que los hijos ejercen sobre los padres, siete años después Javier Urra se expresa así: "Porque yo tuve delante el caso de una madre con la nariz reventada, que su hijo se la había reventado con un cinturón, y a la pregunta de por qué lo había hecho, dijo: 'Porque la muy zorra no me había lavado la camisa'. Yo pensé: este chico tiene un problema, la sociedad tiene un problema y la futura pareja de este chico va a tener un problema". Casi 30 años de trabajo en la Fiscalía de Menores de Madrid le habían dado la información, la perspectiva y el conocimiento del tema. En 1994 había publicado un extenso artículo en la revista del colegio de psicólogos, germen de El pequeño dictador . Quien fuera también el primer defensor de menores de España; fundador, posteriormente, del único centro de rehabilitación para menores matratadores que existe en el país (Campus Unidos), y hoy presidente de la recién creada Sociedad Española para el Estudio de la Violencia Filio-Parental, explica que las ventas del libro ascienden ya a 200.000 ejemplares, que se comercializa en Portugal y Argentina y que, por tanto, dos cosas: "El problema es grave y se extiende".

La conclusión es similar a la que arrojó hace unas semanas el Congreso Nacional de Pediatría Extrahospitalaria, celebrado en Canarias, que trazó una línea ascendente y firme entre los 5.000 casos contabilizados en el 2004 y los más de 9.000 registrados el año pasado. "Desde el 2004, que está tipificado como delito, sí, se ha producido un aumento de casos", explica Juan José Márquez, fiscal decano de Menores en la Fiscalía Provincial de Barcelona. "Aunque también es cierto que en el 2011 y el 2012 se estabilizó un poco, y yo creo que terminará por estabilizarse del todo, como ha ocurrido con la violencia machista". Se denuncia más, en general, pero no toda agresión llega a los juzgados (una de cada ocho, precisa Urra). Cuando llega, es a costa de vencer la vergüenza.

"Siempre se ha silenciado la violencia dentro del hogar, a todos los niveles", dice Miguel Angel Soria, psicólogo forense en delitos graves y profesor del Departamento de Psicología Social de la UB. "Da igual lo que sea, un abuso infantil, un maltrato, el hecho es que se tiende a no darle la importancia que tiene. Cuando nos encontramos con niños existe la idea socialmente antigua de que el niño es bueno por naturaleza. Bien: por naturaleza yo no lo sé, pero que hay niños monstruos, eso sí lo sé".

LAZOS FAMILIARES ¿Qué ha ocurrido? ¿En qué momento las siempre dulces, siempre inocentes y siempre maravillosas criaturas han pasado a merecer el apelativo de monstruos, o tiranos, o dictadores, o, como dice Jesús García, presidente de la Asociación Madrileña para la Prevención del Maltrato Infantil, "una especie de forúnculo que le ha salido a la familia"? En el momento --parecen coincidir, en general, los que de un modo u otro están en contacto con el fenómeno-- en que los niños dejan de reconocer la autoridad de los padres; cuando se hacen con el poder. "Y ese poder proviene de la menor capacidad que tienen hoy los padres para educar a sus hijos", explica el psicólogo Vicente Garrido, autor de El síndrome del emperador, otro título de referencia en el mundo de los monstruos infantiles. "La familia y la escuela han perdido capacidad de educación, y esto favorece que chicos con esa predisposición que antes eran contenidos por la sociedad ahora tengan más margen para ser violentos". Aunque, añade, "no es justo culpar de todo a los padres". El problema tiene que ver también con la sociedad en que viven, explica: hedonista, de la gratificación inmediata, de no sentirse culpable por nada.

"A nivel cultural, por ejemplo --dice Soria-- hay un factor que ha cambiado totalmente y es la sensación de que por el esfuerzo personal se obtiene algo. Los niños aprenden que esto es irrelevante, y ven por televisión que el que se porta de forma más violenta es el que más obtiene. Y no estoy culpando a los medios, estoy hablando de factores sociales", señala en otro momento este experto. La educación, por un lado: sus lamentables carencias, en casa y en el colegio; la sociedad decadente por otro.

PROBLEMA DE RICOS "Esto pasa sobre todo en los países ricos", dice Urra. ¿Por qué? "Porque tenemos menos hijos, porque queremos ganarnos su amor como sea, porque nos dejamos chantajear y porque se entiende que el niño es el rey de la casa y no se le ponen límites. Esto es impensable en otros países o en la España de hace 40 años". Urra traza con precisión el perfil del niño maltratador: "Dos tercios son chicos. La edad a la que más se producen las agresiones es entre los 16 y los 17 años. Cerca de un 70% tienen exceso de consumo de cannabis y alcohol. Un tercio tienen diagnósticos psicopatológicos; toman antidepresivos, ansiolíticos, somníferos. En cuanto a los casos, un tercio son agresiones físicas; otro tercio, agresiones emocionales, insultos gravísimos, continuados, vejaciones; el otro tercio son las agresiones financieras: te roban el dinero, las joyas, los objetos de la casa".

No hay una receta tipo para curar estos males. "Terapia" es la palabra que con más frecuencia sale a relucir. "A veces son cosas sencillas --dice Soria--. Por ejemplo, un niño de 15 años puede cambiar a un contexto social distinto que contenga las conductas violentas. Una novia, por ejemplo, que lo saque de esa dinámica". Los padres, dice, también necesitan ayuda. "Pero, más que una terapia en el sentido clásico, algo que les ayude a recuperar las herramientas que no pudieron desarrollar en la crianza". Porque el problema, en algunos casos, es muy grave. --Hay madres --añadeUrra-- que te dicen: 'Sé que me va a matar'. Y que esta noche dormirán con llave".