TAt estas alturas, Tomás Gómez ya se habrá dado cuenta de que Esperanza Aguirre es un personaje apócrifo de Homero , y su intento por apear del poder a la presidenta de la comunidad de Madrid en las últimas elecciones municipales fue un capítulo, también apócrifo, de La Odisea . Si antes de la contienda el aguerrido gladiador presumía de invictus , esta dura amazonas puede jactarse en todo momento de inmortal. Ser el exalcalde de Parla, con todos los honores que ello merece, no era bagaje suficiente para doblegar a semejante semidiosa de la mitología griega a la que siempre le sonríen la fortuna y las urnas.

La presidenta es un coloso con los pies de hormigón armado. Salió ilesa de un accidente de helicóptero, de un tiroteo en Bombay, de un cáncer de mama... El sábado sufrió un accidente de automóvil- Poco después estaba cenando tranquilamente con Alvarez Cascos y la esposa de este. Acostumbrada a la acción, a Esperanza los accidentes le dan hambre.

Creíamos que la política era una profesión de alto riesgo, pero la presidenta ha venido a demostrar que solo lo es cuando se hace bien. Esta heroína del azar lleva en las venas la política y el riesgo a partes iguales, de ahí que sortee la muerte con el mismo éxito con el que sortea a sus adversarios políticos. Dicen que Esperanza Aguirre es neoliberal cuando en realidad quieren decir que es neoafortunada.

Su lema para las próximas elecciones debería ser un guiño a su buena suerte: Siete vidas . Solo dos palabras con las que sugestionar a la ciudadanía de que votar en su contra sería poco menos que votar contra el devenir de los temibles dioses griegos.