Una prueba fallida para crear un ninot para las Fallas ha acabado alumbrando un nuevo material que aspira a cambiar el mundo de la construcción pero también a echarle una buena mano al medio ambiente dando salida a la paja del arroz y también reciclando plástico. Su bajo coste, menor que cualquiera de los actuales del mercado, su dureza, similar a la del hormigón, y, sobre todo, su capacidad aislante, que le permite resistir al fuego durante al menos cuatro horas, son la carta de presentación del Hyperin, que es el nombre de este nuevo material. De momento, ya es una de las 10 mejores patentes del 2018 en España y ahora falta por ver la posición final que ocupa en ese prometedor ránking. En trámite está la patente internacional.

«Puede ser una revolución en la construcción y espero que lo sea», afirma a EL PERIÓDICO su creadora Ana Blasco, una ingeniera química formada en la Universitat Politècnica de València, que se ha convertido en directora ejecutiva de Combustion Eco, la empresa que ha montado con su socio Tomás Llorente para dar salida a este producto y que ahora forma parte de Lanzadera, la aceleradora de empresas de Juan Roig, el dueño de Mercadona.

Humo negro de la ‘cremà’

Todo empezó porque a esta conquense le gustaron las Fallas. De esas cenizas surge este hormigón. «Fui a estudiar a València y me gustó el mundo de las fallas, el ambiente, la mascletà… pero me llamó la atención el humo negro de la cremà. Le decía a mis amigas de la universidad ya sé porque no las queman de día, porque sería una barbaridad. Viendo esas columnas negras pensé en cambiar el poliestireno expandido por un material más sostenible, como cuando eran de cartón piedra, y entonces pensé en la paja de arroz, que es también un problema para València», explica.

Prohibida de manera generalizada por la UE hace más de una década, la quema de la paja del arroz de La Albufera produce numerosas molestias en València por el humo y un evidente impacto contaminante. Desde hace años las autoridades tratan de reducirla y facilitar que los agricultores puedan dar salida a la paja para composta o proyectos innovadores como este.

«Empecé a hacer pruebas con paja de arroz y un aglutinante e hice un pequeño ninot pero me di cuenta de que no quemaba, incluso si le ponía alcohol o gasolina. Prendía pero no quemaba», recuerda la investigadora. «Lo dejé a un lado -continúa- para seguir buscando un material para usarlo en las Fallas pero más adelante seguí haciendo pruebas y me di cuenta de que era un material aislante térmico (de frío y calor), acústico e ignífugo. Tiene una resistencia al fuego de al menos entre 180 y 240 minutos, depende de la proporción de plástico», detalla esta emprendedora.

Cuenta que se puede usar como elemento estructural o aislante, por su dureza y porque su conductividad térmica (0,02) es inferior a cualquier otra en el mercado y dice que está segura de que aguanta el fuego muchas más horas que las cuatro que han probado. «Es que, además, solo se pone negra la capa superficial. Si hay un fuego fuera, no pasaría a la casa», resalta.

Para ilustrarlo echa mano de una de las pruebas más espectaculares que han hecho. «Le aplicamos un lanzallamas a una pieza de tres centímetros de grosor y en ese lado teníamos 1.100 grados de temperatura y en la otra parte del material había 23,1», apunta aún con cierto asombro. Recuerda cómo cuando presentó el producto a algunos amigos arquitectos y constructores ya le dijeron que lo que tenía entre manos «era potente».

Los secretos

El aglutinante, sobre el que guarda, pese a que ya está patentado, un prudente sielncio por razones de propiedad industrial, es el elemento que cohesiona la paja con el plástico triturado. «Sin él no habría masa, es el secreto de la fórmula», reconoce la investigadora, que ahora está a la espera de que se incien los procesos aplicación in situ y posterior de comercialización del nuevo material que promete dar que hablar.