El túnel de bateo, esa nave donde entrenan los jugadores de béisbol a resguardo de las malas condiciones del tiempo, se convirtió ayer en una espantosa avalancha de bloques de cemento de la cual solo 6 de los 19 presentes en el campo se pudieron salvar ilesos. David Martínez, de 14 años, fue uno de los pocos afortunados. Mientras entrenaba se dio cuenta de que había olvidado su guante en casa de su abuela. Y decidió ir a buscarlo. Justo en ese momento, cuenta su madre, el niño escuchó el desplome.

"Me llamaron mis amigas y me dijeron que algo había pasado en el campo. Cuando llegué, ya se había desplomado todo. Fue horrible. No sabía si mi hijo estaba debajo de las piedras. Cuando ya estaba desesperada, me llamó y me contó que se había salvado por haber olvidado el guante", relata entre llantos María Francisca.

David, como su hermano mayor y muchos niños del barrio son aficionados del béisbol. Los equipos Pitus y Anacletos, integrado por 40 niños, entrenaban cada sábado en el campo. Pero el fuerte viento hizo que muchos no acudieran al entrenamiento.

Es el caso de Víctor Murillo, de 8 años que se emplea como catcher. Su madre, Amparo Castro, decidió ir de compras y se lo llevó. "Menos mal que no fue a entrenar. Me llamaron mis amigas cuando estábamos de compras. Es muy duro. Ha sido una tragedia horrible, porque todos nos conocemos y todos los niños son amigos", dijo.

Pero en el túnel de bateo pocos pudieron esquivar los embates de los bloques. Uno de ellos fue José Antonio R., de 8 años. Uno de los instructores hacía anotaciones en la pizarra cuando, contó, se comenzó a escuchar el derribo. El entrenador les dijo que se escondieran debajo de la mesa. Y tres lo hicieron, entre ellos él.

Padres que no llevaron a sus hijos explicaban a sus vecinos que se levantaron tarde o que decidieron no llevar a los niños al campo por el temporal. "Pudo haber sido mucho peor", dijo una que vio el accidente desde la ventana de su casa. Todos acudieron al rescate.