Greenpeace siempre busca símbolos. El hotel que la empresa marbellí Azata construye desde el 2003 en la paradisiaca playa almeriense de El Algarrobico (Carboneras), esa mole de hormigón que se ya ha merendado una montaña y ha invadido la zona de protección costera, era un símbolo altamente apetecible. Un símbolo de la metástasis urbanística dentro de la no menos simbólica la virginidad del Parque Natural del Cabo de Gata, reserva de la Biosfera. Las continuas manifestaciones de ecologistas locales fueron ninguneadas por la Administración. "Pero han venido los de Greenpeace. Con ellos, el símbolo se ilumina y a los políticos les entra la tos", resume David, empleado del parque.

La decisión de la ministra de Medio Ambiente, Cristina Narbona, de abrir la puerta a la demolición parcial del hotel, podría considerarse ya una victoria de los ecologistas, pero ni la demolición total que siguen exigiendo solucionaría la denuncia de fondo. "Este hotel simboliza la destrucción de nuestras costas, la impunidad con la que se opera", dice María José Caballero, de la campaña de océanos de Greenpeace.

El hotel puede ser legal, parcialmente ilegal o ilegal del todo, según la normativa que se haga prevalecer pero hay algo objetivo: el edificio, de 22 plantas y capacidad para 411 habitaciones, es rematadamente feo.

Ni el alcalde de Carboneras, Cristóbal Fernández (PSOE), defiende la belleza del hotel, sino sus beneficios económicos. "Este pueblo no puede permitirse perder estas oportunidades. Y, además es legal, porque es suelo urbano. El municipio está ocupado en un 75% por el parque, y del 25% restante, la mitad es suelo industrial. Este hotel es importantísimo y todo el pueblo lo apoya", dice Fernández, quien ya ha mostrado su enfado por las dudas de Narbona. "Tengo un partido más grande que el PSOE, que es mi pueblo", dice. Para el pueblo, que desde que se declaró el parque no ve salidas de subsistencia, el hotel simboliza la llegada del euromaná.

Entre la nueva hornada de jóvenes concienciados de la zona y la militancia ecologista de los visitantes ya no es tan fácil engañar a la gente, como cuando en los 80 Endesa colocó una central térmica en otro de los rincones paradisiacos.

"Son 100 puestos de trabajo y 600 viajeros permanentes", contrapone Antonio Baena, representante de Azata en Almería. Y el hotel sólo era el principio. Había proyectados siete más, 1.500 viviendas y un campo de golf, aunque todo eso queda en entredicho después de que la Junta haya cortado el paso a la expansión urbanística en esa zona.