TEtn mi primer viaje a Alemania, me llamaron mucho la atención los huertinos. Nada más salir del aeropuerto de Dusseldorf, cientos de parcelas diminutas situadas a un lado de la carretera despertaron mi curiosidad. Una colega renana me explicó que los ayuntamientos alemanes ponían a disposición de los vecinos aquellos huertos para que los ciudadanos los cuidaran y pasaran allí los fines de semana sembrando, recolectando, abonando y, también, merendando o preparando barbacoas. Ahora, los huertinos han llegado a Extremadura. El Ayuntamiento de Don Benito, que suele destacar por sus buenas ideas, oferta a los jubilados 26 huertos de 80 metros cuadrados situados en la granja educativa del polígono San Isidro. Tendrán agua para el riego, armario para las herramientas y el material necesario para su cultivo. La explotación será por dos años y en las parcelas se podrán plantar flores y hortalizas, que no se venderán.

Tener un huerto es una de las aspiraciones más antiguas y universales del hombre. La felicidad está en el campo , se titulaba una película francesa y Fray Luis de León ansiaba vivir "libre de amor, de celo, de odios, de esperanzas, de recelo" y para ello, cifraba sus esperanzas de dicha sin tribulaciones en la parcelina: "Del monte en la ladera, por mi mano plantada tengo un huerto". Los jubilados calabazones ya están casi libres de pasiones y recelos gracias a la templanza que regala la edad ligera. Ahora, además, tendrán un huerto. Remedando la película francesa, la felicidad debe de quedar por Don Benito.