Dicen quienes estaban lo suficientemente cerca para verlo y lo suficientemente lejos para sobrevivir que a las doce y veinte de la madrugada de ayer, en Palma de Mallorca, en las cercanías del número 19 de la calle de Rodríguez Arias, se escuchó un ruido seco, como el del camión de la basura cuando descarga un contenedor. Después, polvo. La mayor parte de un edificio de tres plantas, no demasiado antiguo y pintado de amarillo, acababa de derrumbarse, dejando una montaña de seis metros de escombros, siete personas muertas y cuatro heridas de diversa gravedad, la mayor catástrofe de este tipo que se ha producido en España a lo largo del año.

Para muchos vecinos del barrio, céntrico y de clase media o media baja, fue una tragedia anunciada. Para el Ayuntamiento de Palma, algo que no se podía prever. Hasta ayer, se desconocían las causas exactas del siniestro, pero dado que una explosión de gas está descartada, y que quienes transitaban estas calles conocían las pequeñas piedras que se desprendían de la finca y sabían que si uno pasaba por debajo lo más probable era que le cayera arenisca en la cabeza, todo apunta al mal estado del inmueble, construido en 1959.

FUERA DE PELIGRO Allí vivían una pareja alemana, tres parientes colombianos --madre, hija y yerno--, y un hombre y una mujer españoles. Todos murieron en un derrumbe en el que solo se salvaron el padre de la familia colombiana, que jugaba al parchís en una vivienda cercana; y otro par de habitantes del edificio, en estado grave pero fuera de peligro. Estos dos últimos le deben en parte la vida a Víctor Mercedes Muñoz, un joven de origen dominicano de 28 años.

Muñoz, que llegó de niño a España con sus padres, tenía ayer los ojos cansados pero nerviosos, y trataba de rehuir la atención que le prestaban sus amigos, reunidos, como cientos de personas del barrio, en los alrededores del edificio. Nadie quería perderse ningún movimiento de los 150 bomberos y policías locales que se desplazaron, según todos los consultados, de forma intachablemente rápida.

Muñoz contó su historia así: "Yo era muy amigo de uno de los muertos, Andrés Valencia, el Buitre. Horas antes le había dicho que se viniese con mi hermano a mi casa a beber, pero me contestó que tenía que levantarse temprano porque iba al médico. Después llegó mi hermano a casa, mientras yo estaba con mi hijo, y dijo que el edificio del Buitre acababa de caerse. Bajé corriendo y allí todo era polvo y piedras. La policía ya había llegado. Todo el mundo estaba gritando. Dije que se callaran y oí hablar a una señora debajo de los escombros. Estaba viva. La sacamos entre un policía, un amigo y yo. Después pude ver la pierna de un señor al que también rescatamos. En esas situaciones, no piensas; solo actúas. Mi hermano me decía: ´¡Salte de ahí, loco, salte de ahí!´. Pero yo no pensaba. No me considero un héroe".

Junto a Muñoz, en la plaza de Serralta, contigua a la calle del edificio siniestrado, estaban bastantes habitantes de la zona. Varios de ellos se habían visto obligados a salir de sus viviendas, pues, como medida preventiva, el ayuntamiento desalojó seis inmuebles cercanos, donde residían unas 50 personas. Hoy se demolerá el resto del edificio. Para saber el porqué del hundimiento, según fuentes municipales, habrá que esperar probablemente algo más.