Los 40 kilómetros cuadrados de humedales y cultivos que han quedado cubiertos por el vertido de la empresa MAL Zrt, en la localidad húngara de Ajka, tardarán mucho tiempo en recuperarse. Según asumieron ayer las autoridades, la recogida del lodo y la reconstrucción de los pueblos se demorará al menos un año, pero los efectos sobre el ecosistema podrían perdurar mucho más. Ahora, el trabajo fundamental es evitar que la riada llegue al Danubio, a través de su afluente el Rába, y que el desastre adquiera consecuencias dantescas.

El lodo, que se ha extendido de manera bastante regular por la llanura, forma una película de entre 2 y 5 centímetros de grosor y de un peculiar color rojo generado por los óxidos de hierro. Los equipos de descontaminación lanzaron ayer toneladas de yeso desde los puentes. "Esperamos parar la contaminación antes de que llegue al Danubio", dijo Sándor Pintér, el ministro de Interior. En la zona directamente afectada viven 7.000 personas.

La rotura de una de las paredes de la balsa de MAL Zrt, dedicada a la depuración de aluminio, vertió un millón de metros cúbicos de lodo que arrasaron 400 viviendas en las dos aldeas más cercanas, Kolontár y Devecser, y causaron cuatro muertos, seis desaparecidos y 116 heridos.

El condado afectado se enfrenta a dos problemas. Por una parte, el lodo contiene metales pesados como el plomo o el cadmio, potencialmente cancerígenos y pueden penetrar en el subsuelo, aunque la cantidad es inferior a la del desastre de Aznalcóllar (Sevilla) de 1998. Por otra, el lodo está lleno de sosa cáustica, un compuesto industrial empleado con profusión en la balsa minera. La sosa cáustica es extremadamente corrosiva. Medio millar de personas equipadas con trajes especiales tratan de descontaminar las viviendas y las calles. España, Austria, Eslovaquia y Polonia, entre otros países, han ofrecido su apoyo.