Otra gran oportunidad perdida. La Iglesia católica beatificó ayer en Tarragona a 522 mártires del siglo XX en España --todos menos dos, de la guerra civil--, en una macroceremonia multitudinaria y solemne con abundantes referencias al perdón y a la reconciliación, pero ni una sola a las víctimas del franquismo. Ni el papa Francisco en su breve mensaje grabado, ni el cardenal Angelo Amato en su extensa homilia, ni el presidente de la Conferencia Episcopal Española, Antonio María Rouco Varela, en sus palabras de agradecimiento al final. Nadie se acordó de ellas, ni del régimen que las reprimió, ni del papel de la Iglesia en la guerra civil y en los años del franquismo. Silencio, todavía. Casi siete décadas después, la construcción de una memoria histórica común no solo sigue esperando, sino que ayer dio un paso atrás.

Cerca de 20.000 personas --pese al caos en los accesos-- abarrotaron la explanada de la antigua Universidad Laboral de Tarragona para participar en el acto, para el que sus impulsores habían reclamado un carácter estrictamente religioso, llegando a vetar pancartas y banderas, pero que estuvo marcado por la polémica en torno a sus connotaciones políticas. Por cierto, a pesar de la prohibición, sí se vieron algunas banderas españolas, que la organización hacía retirar.

"NIEBLA DIABOLICA" La mayor beatificación masiva de la historia de la Iglesia, oficiada por un centenar de obispos y 1.400 sacerdotes, vino precedida de un mensaje desde Roma del papa Francisco. En apenas tres minutos, definió a los mártires como "cristianos ganados por Cristo", que amaron "hasta el extremo", a imitación de Jesús. Francisco invitó a seguir el ejemplo de los mártires y a implorar su intercesión para ser "cristianos de obras y no de palabras", así como su ayuda para mantener firme la fe y ser "fermento de esperanza y artífices de hermandad y solidaridad". Nada más.

Quien sí se metió en harina fue Angelo Amato, prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos, que presidió la macrobeatificación. Su homilía puso en entredicho la versión oficial de que la ceremonia no tenía carga política alguna. "Vuestra noble nación fue envuelta en los 30 en la niebla diabólica de una ideología, que anuló a millares y millares de ciudadanos pacíficos, incendiando iglesias y símbolos religiosos, cerrando conventos y escuelas católicas, destruyendo parte de vuestro precioso patrimonio artístico", dijo. Una etapa de lo que no dudó en calificar de "libertina política antirreligiosa".

No hubo en cambio en su homilía mención alguna al franquismo, a menos que se le pudiera incluir en las "ideologías modernas" a las que se refirió en 1933 el periodista italiano Luigi Sturzo, citado por Amato, como "verdaderas religiones idolátricas, que exigen altares y víctimas, sobre todo víctimas".

LOS MUERTOS DEL OTRO BANDO Amato recordó que los mártires "no fueron caídos de la guerra civil, sino víctimas de una radical persecución religiosa, que se proponía el exterminio programado de la Iglesia". Y afirmó que la Iglesia, "casa del perdón, no busca culpables", pero "no quiere olvidar a sus hijos valientes". Por eso los beatificó ayer en una "fiesta de la reconciliación, del perdón dado y recibido", una celebración que quiso "gritar fuertemente al mundo que la humanidad necesita paz, fraternidad, concordia. Nada puede justificar la guerra, el odio fratricida, la muerte del prójimo".

A la misma hora, un centenar largo de personas participaban en un homenaje a las víctimas de la represión franquista en la Muntanyeta de l'Oliva, junto al cementerio de Tarragona, donde están documentados 764 fusilamientos. "Es un acto necesario, ya que hoy se homenajea masivamente a las víctimas de un solo bando", dijo Teresa Fortuny, de la Coordinadora Por la Laicidad y la Dignidad. "Los culpables deben pedir perdón para alcanzar la reconciliación", añadió.

Decepción también en los movimientos cristianos de base. Insistiendo en su "respeto a todas las víctimas, de un lado y de otro", Jaume Botey, de Cristianismo del Siglo XXI, lamentó que la Iglesia hubiera "perdido la oportunidad de reconciliarse con la sociedad" y sostuvo que "deberá pedir perdón por haber sido parte activa de un acto de violencia contra el pueblo. Más pronto o más tarde, deberá hacerlo".