TLta impaciencia de la gente no tiene límites. Ahora que la crisis estaba remitiendo, al menos para el BBVA, el Santander, Telefónica y sus altos ejecutivos, van y se cargan al gobierno. Lo que la gente carece es de sentido patriótico, y así no hay gobierno que gobierne nada. ¿Qué querrán, que las cosas se solucionen de un día para otro? Pues no señor, la política, como la venganza y la tortilla de patatas, sabe mucho mejor fría y bien cuajada.

En Extremadura, por ejemplo, si nadie lo remedia, la impaciencia puede llevarnos al precipicio: pretenden que mudemos de gobierno, así, a la ligera, como si fuéramos Schwarzenegger cambiando de amantes. ¡Pero si los pobres sólo llevan treinta años gobernando! ¿Qué se puede hacer en treinta años, almas de cántaro? Moisés tardó cuarenta en cruzar el desierto, ¿podemos exigirles más que a Moisés? Pues no. Además, ¿quién puede ofenderse con un gobierno que tanto se ha esforzado por contentar a todos, conservadores y progresistas? Cuando tomó las riendas del poder, por poner un ejemplo, estábamos en el vagón de cola en cuanto a empleo, industria, educación y alguna cosa más que no cabe en una columna, y en todas hemos conservado el puesto, para que luego digan que no somos conservadores. Y en cuanto al progreso, nuestros jóvenes viajan ahora más que nunca al extranjero, sobre todo a Alemania y a la vendimia de Francia; de ser un pueblo de rojos y ateos hemos progresado hasta ser la tercera región que más IRPF destina a la Iglesia; hemos progresado de ser un pueblo dividido y sin objetivos a vivir unidos por un objetivo común: conseguir un empleo en la Junta. Ya ven, todo son progresos. Pero falta paciencia. Un poco más de paciencia y hasta habrían acabado haciendo política de izquierdas.