TLtlegó a Navalmoral en plena juventud, ligero de equipaje pero cargado de una profunda vocación, la de enseñar, --profesor de Química y Matemáticas-- cuando sólo en nuestra zona dos colegios, el de arriba, --de las Angustias-- y el de las monjas --de la Inmaculada Concepción-- aglutinaban a todos los jóvenes de la comarca, que adolescentes y abotargados deseaban cursar el Bachillerato. Su labor se desarrolló entre los dos centros, para terminar los últimos años de su carrera profesional en el INB Augustóbriga, hoy Instituto de Enseñanza Secundaria.

Elegante, distinguido, serio y adusto cual castellano viejo, desgranó su magisterio entre varias generaciones, reacias a comprender que dos elevado al cuadrado fueran lo mismo que dos por dos. Con apostura y talante capeaba con aplomo los comportamientos juveniles de quinceañeras y pazguatos. Impertérrito y sin el menor atisbo de indignación, repetía una tras otra, las explicaciones matemáticas, que con más cerrazón que desgana, eran incomprensibles para muchos de nosotros.

Permaneció y compartió su vida aquí, con sus antiguos discípulos, con su nueva familia, agradecido siempre a todos, atento, servicial, al mismo tiempo que desapercibido y modesto; sólo su presencia, y, en ocasiones, sus saludos de tibieza y de emoción contenida nos hacían recordar su imagen y su carácter, de profesor tradicional, paciente, educado y tierno.

Se nos fue el maestro como vino, discreto, quizás con la satisfacción del deber cumplido y como ejemplo de templanza y juicioso comportamiento.

Gracias en nombre de muchos de sus alumnos de las diversas generaciones, que tal vez no hemos podido o sabido expresarle nuestro eterno agradecimiento. Con nosotros queda su enseñanza y su recuerdo. Gracias don Manuel.

Guadalupe Martín Simón

Navalmoral de la Mata