El 28 de agosto de 1984, Josef Sepp Fritzl le pidió a su hija mayor, Elisabeth, a la que llamaban Liesl, que le ayudara a bajar una puerta al sótano que tenía construido bajo el bloque de pisos de la calle de Ybbs de Amstetten, en la Baja Austria. Liesl, nacida en 1966, obedecía sin rechistar, ya que igual que sus seis hermanos le tenía un miedo atroz a su padre. "Es un tirano repugnante", dicen esos hijos ahora, aunque ellos se libraron del calvario que ha sufrido su hermana.

Desde que ella tenía 11 años, el ingeniero técnico ya abusaba sexualmente de Elisabeth. Cuando tenía 17, la chica huyó con una amiga a Viena, donde fue localizada semanas más tarde y devuelta por la policía a su casa. Razón aparente por la que su padre decidió reconvertir el búnker de refugio que había construido en los años 70, en plena guerra fría, en una casa del horror descubierta 24 años más tarde.

Al llegar Elisabeth al sótano aquel día de verano de 1984 y atravesó un agujero de apenas un metro de altura se cerró, para una eternidad, la puerta de hierro tras la cual aparecía un habitáculo con un baño y cocina. Su padre la esposó durante dos días y la mantuvo otros seis o nueve meses atada, según desvela hoy el semanario alemán Der Spiegel, con información procedente de la declaración de la mujer durante dos horas a la policía, después de salir hace una semana de su espeluznante prisión paterna y pedir primero la garantía a los agentes de que nunca más volverá a ver a su padre.

En 1984 falleció el escritor Truman Capote, se estrenaron la película Amadeus y el álbum Like a Virgin de Madonna y España perdió con Francia la final de la Eurocopa de fútbol.

Elisabeth pasó los primeros cinco años sola en cautiverio, hasta nacer su primera hija, Kerstin, fruto de una de las numerosas violaciones cometidas por su padre, mientras que su madre, Rosemarie, no sospechaba nada y solo lamentaba la huida de su hija mayor a una secta. "Mi madre nunca ha sabido nada", confirmó Liesl a la policía.

Relación incestuosa

Esa primera hija-nieta, Kertstin, permanece ahora en un coma inducido en el hospital de Amstetten y su delicado estado de salud ha servido para destapar el increíble infierno del Ybbsstrasse. El pasado 19 de abril, Josef Fritzl llamó a urgencias por la enfermedad de una joven que había encontrado ante su casa y que, decía, podría ser incluso su nieta. "Por favor, ayúdenla", decía una nota que llevaba la chica en el bolsillo, escrito con la letra de Elisabeth. Kerstin no había visto nunca la luz del día en sus 19 años de vida y sufría una despigmentación alarmante, según los médicos. Le diagnosticaron un fallo multiorgánico, probablemente por una enfermedad rara fruto de una relación incestuosa.

"Interrogamos al señor Fritzl sobre su nieta y respondía con corrección, pero con estereotipos", decía el médico Albert Reiter, que fue quien avisó a la policía por las circunstancias extrañas que rodeaban el caso de la misteriosa enferma, que no tenía ni DNI ni carnet de la Seguridad Social. Sepp Fritzl insistía en que su hija, la madre de Kerstin, llevaba 24 años desaparecida en una secta. Por eso, se decidió a hacer una llamada en los periódicos y en la cadena de televisión RF en la que se pedía a la madre que se presentara para salvarle la vida a su hija.

Elisabeth Fritzl tenía televisión en ese sótano de 1,70 metros de altura, un zulo que Josef amplió durante años a una estancia de unos 60 metros cuadrados, con un dormitorio más. Al principio, nacidos Kerstin y, un año después, Stefan, estos presenciaban cómo su abuelo-padre bajaba al búnker para violar a Liesl. Una atrocidad que llevó al nacimiento de Lisa en 1993, junto con un hermano gemelo nacido muerto y cuyo cuerpo quemó Josef Fritzl en un horno en el sótano; de Mónica en 1994, de Alexander en 1996 y de Felix hace solo cinco años. Lisa, Mónica y Alexander eran los bebés más llorones, por lo que su padre-abuelo decidió sacarles del agujero. Los tres fueron abandonados a la puerta del bloque de pisos de ocho inquilinos en la Ybbstrasse, 40, los tres con una carta manuscrita por la madre desaparecida en una secta.

Los servicios sociales de Amstetten aplaudían la entrega y el cariño con los que Josef y sobre todo Rosemarie atendían a los pequeños. A nadie se le ocurrió mirar en el historial de delitos, aunque prescritos, que reflejaba que el "inteligente y amable" Josef ya era un violador en los años 60.

Al ver Elisabeth en esa pequeña TV el anuncio de su búsqueda, exigió a su padre que la llevara al hospital para salvar a Kerstin, y que le acompañaran sus dos hijos aprisionados, Stefan y Felix. "Ella aprovechó esa ventana de libertad que se le abrió el sábado", diría luego el jefe policial que lleva el caso, Franz Polzer. Fuera del sótano, tras 24 años, libre de la eterna amenaza de su padre de que le gaseara cuando intentara abrir las dos puertas de hierro que le separaban de una vida normal, Elisabeth, que aparenta 20 años mayor de los 43 que tiene, no dudaba ningún segundo en relatar, ya de madrugada, su infierno. Josef Fritzl fue detenido hace justo una semana.