Las autoridades australianas instaron ayer a la población del sudeste del país a estar preparada para una nueva evacuación masiva después de que el aumento de las temperaturas haya avivado los graves incendios forestales que asolan a numerosas comunidades. El impacto del drama es demoledor con el entorno natural, donde se acumulan más de mil millones de animales muertos o heridos, excluyendo invertebrados, según expertos de la Universidad de Sídney. Ante las poco halagüeñas previsiones, el primer ministro del estado de Victoria, Daniel Andrews, extendió el estado de desastre a causa de los fuegos e hizo un llamamiento de alerta a la población ante la veintena de focos activos en esa demarcación.

La medida, que otorga más poderes a las autoridades para tomar posesión de propiedades privadas y ordenar evacuaciones, se adoptó ante la previsión de que en los próximos días se registre un aumento de las temperaturas hasta los 40 grados acompañado de fuertes vientos, que podría agravar la situación todavía más.

«Es difícil predecir lo complicado que serán los próximosdías, pero con tantos incendios en el terreno, con un frente de fuego tan extenso, calor y fuertes vientos, hay muchas razones para pensar que tendremos más fuego hoy y mañana [por ayer y hoy] y potencialmente el fin de semana», expuso Andrews. «Si recibe instrucciones para irse, debe irse. Esa es la única forma de garantizar su seguridad», agregó el dirigente.

Cambio de planes

Las autoridades urgen a la población a salir de las zonas en las que se ha extendido el estado de desastre, que incluyen el área alpina y el municipio de East Gippsland, en el sureste de Victoria, donde los fuegos han causado tres muertos y calcinado 244 casas desde Año Nuevo. Otras zonas del país también se preparan ante la previsión de que los incendios se agraven en las próximas horas.

En Kangaroo Island, la tercera isla más grande de Australia, las autoridades recomendaron a los residentes de la localidad de Vivonne Bay refugiarse en campamentos asignados para protegerse del fuego, que allí ha causado dos muertos y quemado 160.000 hectáreas.

Y aunque se intenta minimizar en la medida de lo posible el demoledor impacto de las llamas, la realidad se muestra tozuda: un día después de que el primer ministro Scott Morrison solicitara a los turistas extranjeros que no se desanimaran por los incendios, las circunstancias obligaron ayer a evacuarlos nuevamente.

Las cifras del drama

Las cifras del dramaLos incendios han causado 27 muertos desde septiembre, 20 de ellos en Nueva Gales del Sur, donde también se cuentan 1.870 de las más de 2.000 casas que se han quemado en todo el país. La temporada de incendios comenzó en primavera, antes de lo previsto, en un año que fue catalogado como el más caluroso y seco en Australia desde que hay registros, según un informe de la Oficina de Meteorología del país. Las llamas han arrasado más de 10,3 millones de hectáreas de terreno, un área equivalente a Castilla y León, la mayor comunidad de España.

Las consecuencias también están siendo demoledoras para la fauna. Según los expertos, el número de animales muertos o heridos podría superar los mil millones. Pese a que hace unos días se consideraba que la cifra podría rondar los 480 millones, el ecólogo de la Universidad de Sídney Chris Dickman sostiene que esa cantidad de víctimas es conservadora y solo incluía los animales fallecidos en el estado de Nueva Gales del Sur.

Malas previsiones

El Gobierno estatal anunció que destinará 1.000 millones de dólares australianos (619 millones de euros) para la reconstrucción de las comunidades afectadas, que se añaden a los 2.000 millones de dólares australianos (1.236 millones de euros) que anunció esta semana el Gobierno federal para reparar los ingentes daños causados por las llamas. Seguramente, las cifras deberán incrementarse ante los pesimistas augurios.

«Desafortunadamente, la previsión no indica una vuelta generalizada de condiciones más húmedas que la media en las partes afectadas por la sequía y los incendios del este de Australia», alertó Karl Braganza, jefe de la oficina de vigilancia climática del organismo.