"De repente, nos vimos pasando la noche en el calabozo, sin entender nada hasta que al día siguiente la juez nos explicó lo que pasaba". Luis Gil y Dolores Talavera todavía recuerdan con pavor la noche del pasado 4 de febrero, poco después de ser detenidos en su tienda de ultramarinos de Ubeda (Jaén), acusados de maltratar a su hija de 11 años. La justicia les acaba de reconocer que las lesiones que sufría María Luisa no eran tales, sino una simple dermatitis nerviosa que la niña agravaba al rascarse. Y mientras tratan de explicarle a la niña cómo es posible que por esa negligencia hayan tenido que pasar tres meses separados, sin ni siquiera hablar por teléfono, esperan al menos una disculpa de los causantes de este calvario.

Todo empezó a comienzos de febrero. Unos profesores de la pequeña, una niña tímida que tres días después de regresar a casa aún no suelta a su madre del brazo por la calle, se extrañaron por las lesiones circulares que mostraba en la cara, manos y piernas, y alertaron a los servicios sociales de un posible caso de maltrato: quemaduras de cigarro. El exceso de celo quiso que, "en vez de consultar a su pediatra, porque pensaron que era raro en que este no hubiese denunciado nada", los servicios sociales recurrieran a otro médico, que la reconoció "desde lejos, en el patio de la escuela", dicen.

María Luisa decía que solo se rascaba, pero el protocolo de maltrato ya estaba en marcha. Y tras ser interrogada por varios psicólogos, la menor contó que una vez se había podido quemar al caerle encima, por un despiste, ceniza del cigarro de su padre. Pero nadie se molestó en comprobar que la niña tenía diagnosticada desde bebé una dermatitis. ¿Cómo fue posible tamaño despropósito? Nadie asume ninguna responsabilidad. Tampoco la Consejería de Salud ni Asuntos Sociales de la Junta de Andalucía, que por toda explicación alega: "Nos limitamos a cumplir una orden judicial".

De inmediato, los padres perdieron la custodia de la niña, aunque lograron evitar que ingresara en un centro de menores: Quedó bajo tutela de un familiar, así pudo seguir acudiendo a su colegio y mantener sus buenas notas. "Nosotros nos quedamos anulados por completo, pero ella también se ha resentido, está más triste, no tiene ganas de estudiar".

Al matrimonio, muy hogareño y apegado a su hija, la casa se le caía encima. "El silencio que había era terrible", dice Dolores, que aún siente escalofríos al recordar la habitación vacía de la pequeña. "La primera noche tras el regreso no dormimos de la emoción", confiesa Luis, mientras María Luisa sonríe y celebra: "Al fin, puedo comer la tortilla de mamá".

Al dolor por la pérdida de su hija --"algo que sabíamos que tarde o temprano acabaría porque teníamos la conciencia tranquila"-- se sumó la condena social cuando los vecinos de esta localidad de 35.000 habitantes, a 50 kilómetros de Jaén, supieron que la pareja estaba acusada de maltratar a su hija. Tensos e incómodos, tal vez por tanto revuelo mediático, rememoran con reticencia el infierno que han vivido. "Pasaban ante la tienda y nos insultaban", recuerda con tristeza Luis, que al igual que su mujer perdió mucho peso y necesitó tratamiento psicológico. Otros muchos vecinos le anunciaban al abogado de la pareja que no volverían a pisar la tienda, no querían "relacionarse con semejantes monstruos". A los 20 días, el vacío social, la tienda desierta y el dolor por la pérdida de la hija y la terrible acusación que pendía sobre ellos les empujaron a cerrar el comercio abierto 20 años antes.

"Algunos de los que se creyeron semejante mentira se cambiaban de acera cuando nos veían, o bajaban la cabeza", rememora Luis con angustia, "aunque me daba igual, porque yo solo tenía un pensamiento: recuperar a la niña".

Su pequeño desquite llegó el jueves pasado, el primer día que acompañaron de nuevo a la pequeña al colegio, el mismo donde algunos compañeros e incluso profesores tantas veces habían repetido a una María Luisa desconsolada: "No vas a ver más a tus padres, será lo mejor, así no te lo harán más". Mientras preparan un cambio de escuela para el próximo curso, insisten en que nadie de los causantes del embrollo les ha pedido disculpas. Algún vecino, sí. "Hoy ya ha venido el del segundo, que nos había retirado la palabra, a pedirnos perdón". Otros con los que se cruzan por la calle se acercan a darles la enhorabuena, como si María Luisa hubiese vuelto a nacer.