Albert Einstein, en compañía de su amigo Leo Szilar, diseñó y patentó en los años 30 una nevera que no funcionaba ni con electricidad ni con gases tóxicos, sino que lograba la refrigeración mediante el uso de amoniaco, butano y agua a presión. Parecía un invento prometedor, pero unos innegables problemas técnicos y la competencia de otros sistemas lo llevaron al completo ostracismo. Ahora, ocho décadas después, Malcolm McCulloch, ingeniero eléctrico de la Universidad de Oxford, ha rescatado del olvido el prototipo con el convencimiento de que podría ser muy rentable e interesante, especialmente en emplazamientos sin electricidad. Ya ha fabricado un modelo y ahora dice que en tres años espera sacarlo al mercado. Los detalles los ha publicado The Observer .

El refrigerador no tiene partes móviles y solamente usa gases presurizados. Esta tecnología se utilizó en los primeros modelos de neveras comercializados, pero se abandonó cuando los compresores con freones salieron a escena, en los años 50. Entonces no se le daba importancia, pero los freones son un grupo de gases con un gran efecto invernadero.

En cambio, el modelo de Einstein aprovecha el hecho de que los líquidos hierven a temperaturas inferiores cuando la presión del aire es menor. "En el Everest, el agua hierve a una temperatura muy inferior a la que se necesita cuando uno está a nivel del mar", dice McCulloch.