"No podemos aguantar más. La única opción es regresar". Los brasileños Ivonir S. Gebauer y Amanda Regina Dacunha, con dos hijos, recogían este jueves los billetes para volver a su país.

"No queríamos retornar, pero aquí, ahora, no hay futuro y estamos solitos. Allí, al menos, tenemos una familia que te eche un mano".

Entre resistir hasta no poder pagar el alquiler o regresar, la crisis económica, que ha llevado al paro al 17,5% de los inmigrantes legales y deja a los "sin papeles" en situación más precaria, empieza a precipitar la decisión de retorno, una idea que hasta hace poco desechaban ocho de cada diez extranjeros.

Desde que nació su pequeña, de 13 meses, Amanda, de 25 años, no ha vuelto a trabajar como empleada doméstica. Ivonir, de 34, lleva tres meses sin ingresos. Ni siquiera de los empleos esporádicos, siempre sin contrato, que les han permitido vivir dos años y medio.

La pareja, el bebé y Leonardo, de 13 años, viven ahora en casa de unos amigos, "en el salón", explica a Amanda. "Vinimos con la idea de pasar al menos tres años, incluso pensamos establecernos... pero ya no hay trabajo. No queda más remedio que volver", señala Ivonir.

Ante la partida, dicen sentir una mezcla de tristeza y muchísimas ganas de reencontrarse con los suyos.

¿Y frustración? "No. El tiempo que estuvimos aquí ha sido bueno. La pena -añade- es que las condiciones no nos dejan quedarnos".

Las peticiones de ayudas para el retorno voluntario de carácter humanitario --el billete de avión, 50 euros de bolsillo y otros 400 por adulto y 150 por niño para reintegrarse en su país-- se han disparado desde el verano, según las ONG, y se han duplicado las salidas respecto a 2007 de personas en situación de exclusión: refugiados, solicitantes de asilo y, sobre todo, inmigrantes ilegales.

La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) ha retornado ya 1.350 personas, 827 Cruz Roja y 140 la Asociación Comisión Católica Española de la Migración. Pero otras 2.500 aguardan su oportunidad en las listas de espera de las tres entidades.

Seis meses llevaban esperando Marcos Gonçalvez, de 37 años, Cleonice Queiroz, de 32, y su hijo André, de siete, la vuelta a Sao Paulo (Brasil), donde volarán la semana próxima.

"Allí la cosa está igual de mal, pero tenemos nuestra casa, y sólo necesitamos un poco para comer. Aquí lo que ganamos se va en el alquiler -aunque solo es una habitación y una cama para los tres-, los recibos... y no queda nada para ahorrar", señala Cleonice.