Catalina Rivera de la Rosa es una ceramista pionera en Extremadura en el uso de una técnica milenaria que proviene de Corea, el Rakú, y que consiste en sumergir la pieza en un horno a 1.000 grados, sacarla y meterla en agua.

Ella ha ido más lejos y ha perfeccionado este modo de trabajar la cerámica tras muchos años de investigación. Y aunque ha realizado exposiciones con material de este tipo, no era muy conocido, y no ha llegado hasta el gran público hasta que se organizó el Primer Festival de Cine Inédito, celebrado en Mérida a primeros de mes, donde se entregaron una serie de distinciones, simbolizadas con unas piezas realizadas por Catalina Rivera con su novedosa técnica.

La técnica del Rakú empezó a cobrar especial importancia entre los siglos XV y XVI en Corea, donde se utilizaba en la ceremonia del té. Los ceramistas iban a casa de su señor y en el jardín preparaban las piezas que se iban a usar, unos cuencos que llevaban el sello de la familia para distinguirlas de otras. Instalaban el horno, introducían la pieza hasta ponerla al rojo vivo, y luego la sumergían bajo el agua.

Según Catalina Rivera, que es una estudiosa del tema, fue el inglés Bernard Leach quien la llevó a Europa, donde tuvo una gran aceptación y difusión. En la actualidad, muy pocos ceramistas se dedican en exclusiva a ella, aunque todos la hayan experimentado, ya que requiere muchos esfuerzos, es complicada, incómoda y, a veces, peligrosa, al andar con fuego.

Ahora, ella ha renovado la técnica, ya que tras sacar la pieza del horno la envuelve en virutas de madera, que al arder el humo entre por las grietas que se forman, intentando que afecte, en mayor o menor medida, en el color y forma final de la cerámica, "aunque es muy poco lo que se puede influir", manifestó.