TDtesde que Gregorio IX instituyó en 1231 el Tribunal de la Santa Inquisición para castigar las herejías, esta institución prácticamente no ha dejado de actuar. En España no se suprimió hasta 1843, después de un intento fallido por parte de los liberales de las Cortes de Cádiz de 1812. A lo largo de su historia, este tribunal se ha denominado de varias formas, Inquisición, Santo Oficio, Santo Tribunal, y Congregación de la Inquisición, pero sea cual sea el nombre que se le haya dado, bajo cualquiera de ellos, su historia, negra historia, se ha alimentado de mártires y de tormentos de los que se escandalizarían hasta los más sanguinarios sacerdotes acostumbrados a los sacrificios humanos.

En 1965, bajo el papado de Pablo VI , se reorganizó el Santo Oficio y se le puso un nombre nuevo: Congregación para la Doctrina de la Fe, de la que el Papa actual Benedicto XVI , ha sido la cabeza visible en distintas etapas, desde el año 1981 hasta su investidura como nuevo jefe de la Iglesia.

El Papa aboga por la misa en latín y cantos gregorianos, la excomunión de divorciados casados de nuevo, y el testimonio público de la fe. Ni tolerancia, ni diálogo, sino convencimiento.

No estamos en los tiempos de los grilletes y de las hogueras. Ahora, los que se alejan de la verdad oficial son castigados de otras formas, como por ejemplo, la prohibición de ejercer la enseñanza en instituciones católicas y de publicar, como le ha sucedido al sacerdote español, Jon Sobrino por su trabajo al lado de los pobres, como defensor de la Teología de la Liberación . ¡Qué pena!