Resulta paradógico que mientras el resto del mundo se confina en sus viviendas, quienes están privados de libertad porque cumplen condena en un centro penitenciario, tengan que protegerse de los que proceden de fuera, por temor a que introduzcan el virus que está poniendo todo patas arriba. En la cárcel de Badajoz, como en la de Cáceres, no se ha dado aún ningún caso positivo, ni entre los internos ni entre los trabajadores, y desde que se declaró el estado de alarma se han tomado medidas que aislan aún más las instalaciones del exterior. «Estamos evitando por todos los medios que el virus pase a la prisión», manifiesta su director, César Montero de Espinosa, en declaraciones a este diario.

Los internos no pueden recibir visitas, no ya las comunicaciones íntimas porque el contacto favorece el contagio, tampoco en el locutorio, que antes se permitían semanalmente, sábados o domingos. Como compensación les permiten más llamadas telefónicas, que han pasado de 10 a 15 a la semana, para que puedan tener más contacto con sus familias, o con sus abogados, con quienes incluso se ha autorizado alguna entrevista presencial.

También están suspendidos los permisos de salida. De hecho, los que han estado fuera están en cuarentena quince días y cuando los servicios médicos determinan que no hay contagio pasan a hacer vida con el resto de los internos. «Ahora mismo en la prisión hay un clima de tranquilidad porque además los jefes de servicio hacen ejercicio de pedagogía con los internos, les explican qué es el coronavirus y que aquí están más seguros que en la calle», comenta el director.

El centro penitenciario de Badajoz se divide en módulos independientes y los únicos espacios comunes son la cocina, la biblioteca, el economato central y el campo de fútbol. Cada módulo tiene sus celdas, duchas, comedor, sala de estar y patio. Ya se ha habilitado un módulo (el 4) dedicado exclusivamente para posibles contagios como medida preventiva. Se han suspendido las actividades deportivas entre distintos módulos, pero los internos siguen juntándose en sus respectivos patios, o en el comedor, donde no se puede garantizar la distancia mínima aconsejada en los módulos grandes, «por desgracia», pues los hay con 124 o 109 presos. Si hubiese alguna incidencia, tendrán que hacer turnos o adoptar otras medidas.

También se han suspendido los dos talleres productivos porque a la prisión ya no accede el personal de «la calle» y se ha prohibido la entrada a todas las oenegés, asociaciones, entidades sociales y incluso a los sacerdotes y de otras confesiones que acudían habitualmente.

En la prisión de Badajoz hay ahora mismo 535 internos (30 de ellos mujeres). Los de tercer grado están en sus casas confinados, localizados bien con control telemático o con llamadas telefónicas del equipo de tratamiento para comprobar que no incumplen el estado de alarma.

De momento no se ha dado ningún caso positivo entre los 300 funcionarios y personal laboral, que son los que podrían entrar el virus en la prisión, por eso llevan sus mascarillas. El director asegura que cuentan con medios de protección, que les están llegando, aunque reconoce que hubiese querido mayor prontitud.

Así, ya ha remitido un escrito a la delegada del Gobierno en Extremadura para solicitarle la intervención de la Unidad Militar de Emergencia (UME) en la desinfección de las instalaciones de Badajoz, como ha hecho en otras prisiones.