El estado mexicano de Tabasco vivía ayer una situación crítica en la peor catástrofe de su historia reciente. Las lluvias torrenciales de los últimos días provocaron el desbordamiento de siete ríos que anegaron tres cuartas partes de su planicie, casi 700 pueblos y la mayor parte de la capital, Villahermosa.

Solo un frágil muro de contención levantado por soldados y vecinos en la capital, con centenares de miles de sacos de arena, mantenía en su cauce al río Grijalba, que seguía creciendo por el desahogo de una presa del vecino estado de Chiapas. Un total de 700.000 personas se han visto afectadas, de las que más de 300.000 han quedado atrapadas en sus casas o tejados, o se han subido a árboles o postes. Algunas de ellas hablaban desesperadas por sus móviles con las emisoras de radio para ser rescatadas o para dar aviso de familiares desaparecidos. En medio de esto, el gobernador tabasqueño, Andrés Granier, señaló: "Villahermosa es como una olla, como Nueva Orleans. Estamos debajo del nivel de los ríos".

Más de 20.000 damnificados se amontonaban en 160 refugios, cuando el gobernador se preguntó "dónde meter a los miles de tabasqueños que andan deambulando en las calles".

Seguía lloviendo y varios vecinos comentaron: "Ya no se sabe dónde empiezan y dónde terminan los ríos". Además del nivel de la inundación, la preocupación era ahora el agua potable y la comida, sobre todo entre quienes no podían salir ni llegar a los centros de abastecimiento que montó la autoridad.

Aunque solo se contaba un muerto, no identificado, las aguas de las riadas echaron a perder todos los cultivos y sacaron a relucir las deficiencias que enturbian el eslogan de que Tabasco es un edén. El propio gobernador --del Partido Revolucionario Institucional (PRI)-- citó como las causas de este "gran desastre" la pobreza, el presupuesto escaso y las nulas obras de control de los ríos. Granier confesó sentir "rabia e impotencia", mientras el presidente del país, Felipe Calderón --del Partido Acción Nacional (PAN)--, llenaba de arena los sacos que le abría su mujer, Margarita Zavala.

El presidente suspendió o redujo las operaciones contra el narcotráfico en otros puntos del país para desplegar en Tabasco al Ejército y la Marina, y clamó por la "ayuda urgente" de los mexicanos. Los solidarios puestos de acopio de víveres y ropa se multiplicaron por todo México, empezando por la capital.