El congreso internacional celebrado en Zaragoza sobre la utilización de la palabra holocausto como metáfora de los diversos conflictos ocurridos en el siglo XX ha llevado a dos de los investigadores participantes a alertar contra el uso "perverso" de la terminología nazi en política y en historiografía.

Así lo han asegurado, en sendas entrevistas concedidas a Efe, el director del Centro de Estudios del Holocausto y Genocidio de la Universidad de Minnesota, Alejandro Baer, y el profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de Trent (Canadá), Antonio Cazorla.

El profesor Baer considera que la popularidad del término holocausto y su condición de paradigma de la violencia ha propiciado que otros grupos y colectivos la utilicen para referirse a sus propias experiencias como víctimas de diversos conflictos.

A su juicio, "la fuerza simbólica que tiene el holocausto en nuestra cultura es de tal magnitud que explica que en otros contextos muy distintos, no necesariamente de genocidio, que implican el asesinato de civiles se incorpore esta terminología, sin pensar en las consecuencias derivadas de su aplicación".

Además, la intencionalidad política que percibe el investigador en la utilización de esta terminología en la actualidad se deriva del interés de determinados grupos de asumir la identidad de "víctima absoluta" y de convertir al adversario en un "verdugo absoluto".

Esta instrumentalización la percibe el investigador en el actual contexto político español, en manifestaciones hechas por responsables del Partido Popular para definir como "nazis" determinadas prácticas de grupos sociales que podrían ser cuestionables.

Esto conlleva no sólo una "banalización" de lo que supuso el genocidio del pueblo judío sino una intencionalidad "perversa" dirigida a deslegitimar al adversario.

Por esta razón, considera necesario que los responsables políticos actúen con prudencia a la hora de servirse de símbolos históricos, "porque cuando estamos hablando de acontecimientos del peso y de la magnitud del holocausto se espera de los políticos que su conocimiento del hecho les frene a la hora de usarlos".

En cuanto a la historiografía actual, Baer critica el título elegido por el historiador británico Paul Preston para su libro sobre la violencia durante la Guerra Civil, "El holocausto español", al entender que no sólo "desdibuja" la especificidad de los crímenes que se produjeron sino que arrastra consecuencias historiográficas y políticas.

En este mismo sentido se pronuncia el historiador Antonio Cazorla, para quien el título elegido por Paul Preston tiene unas connotaciones de cómo se percibe España por los británicos y mantiene viva la "leyenda negra" sobre los españoles.

A su juicio, Preston "está mostrando con el título de su investigación la diferencia entre el ser inglés y ser español, entre un pasado liberal y de tolerancia frente a lo negro, lo violento y lo incomprensible".

En relación a la percepción actual del genocidio nazi, el profesor Cazorla considera que se ha convertido en el "tema central" del discurso histórico del siglo XX, en parte, añade, a que el fenómeno se ha "americanizado" y ha pasado a formar parte de la historia y cultura de Estados Unidos.

Esto, subraya, "a pesar de que los americanos jugaron un papel muy mínimo y hasta negativo en cuanto al holocausto, ya que no se aceptó la entrada en su país de ninguna familia judía durante la II Guerra Mundial".

El investigador también percibe una intencionalidad política "clara" en la utilización de esta terminología para referirse a conflictos posteriores al genocidio nazi, porque, según afirma, "si no utilizas la palabra holocausto parece que estás menospreciando un crimen que debería ser visto como una masacre".

A su juicio, "se ha perdido la mesura porque una masacre no es lo mismo que un holocausto, aunque muera más gente, y parece que si se utiliza otro término que no sea éste hay una agenda oculta, y esto me parece muy grave".

Señala, además, que la utilización repetida del término holocausto lo banaliza y desnaturaliza, e impide comprender e interpretar tanto los crímenes nazis como los conflictos posteriores.

También lamenta la utilización de la terminología nazi por parte de los representantes políticos, que, a su juicio, se sirven de este discurso para ocultar la falta de proyectos constructivos y de respuestas creativas a los conflictos sociales.

Cazorla considera una "barbaridad" calificar determinados comportamientos como nazis, aunque admite que esto responde a un "cálculo político" dirigido a buscar el apoyo de simpatizantes y seguidores de un partido.

"Me parece deleznable esta práctica, en un momento, además, en que los políticos no acaban de encajar con las expectativas del resto de la sociedad, sirviéndose de un lenguaje estridente, vacío y negativo, y nada positivo para la resolución de los problemas de la sociedad.